Psicología del rico

A la mayoría de los humanos nos preocupa el dinero. Más de lo que nos imaginamos o declaramos: Miramos los precios de los productos, buscamos trabajos retribuidos, continuamente estamos tomando decisiones de economía doméstica. Nuestro modo de gastar revela nuestra manera de afrontar el futuro. Y así diferenciamos al ahorrador del derrochón, al inversor del asceta, incluso al tacaño del codicioso… Nuestros hábitos pecuniarios están condicionados por las buenas o malas experiencias, nuestra posición social, el impacto del reciente Covid, la inflación o el alza de precios… etc. Estos y otros factores moldean nuestra actitud y nos conducen hacia distintos rumbos: al riesgo, al derroche, a la avaricia, al ahorro, a la generosidad… El uso que hacemos del dinero desvela los miedos, envidias y apegos, que esculpen nuestra psicología. Dime como usas el dinero y te diré cómo eres. Para sanear nuestra relación con el dinero, hemos de empezar por reconocer cómo nos condiciona el llamado “vil metal”.

De ahí brota la gran pregunta que debería interpelarnos a quienes nos decimos cristianos: ¿Exagera Jesús de Nazaret cuando afir­ma que es imposible vivir sirviendo a Dios y sirviendo al dinero, y que, por eso, es imposible que un rico se salve? En absoluto. Y note­mos que, en tiempos de Jesús, no exis­tía esa criminal fuente de riqueza y crueldad que es el negocio de las ar­mas, que empobrece materialmente a los países más pobres y arruina hu­manamente a los países ricos, y que es, además, el camino más rápido de des­trucción del planeta. Jesús entendía muy bien que poseer es ser poseído, aunque sea poco lo que se posea. La sabiduría de la Biblia nos suministra además una descripción de los procesos que evidencian la extrema peligrosidad que envenena la psicología de quien se siente rico.

  • La dureza y crueldad con que tratan a quienes menos tienen, incapaces decompadecerse del pobre. Porque como decía ingenuamente Francisco de Asís, si te­nemos riquezas, necesitaremos armas para defenderlas. Nos vuelven agresivos.
  • La ostentación y mentira que llevan al rico a mostrarse arrogante, a hacerse notorio, a jactarse insultantemente de sus bienes… como echando en cara al resto de humanos su inferioridad, provocándoles envidia, cuando no violencia.
  • La insatisfacción y ansiedad incurables nacidas de la vacuidad y de la mera apariencia con sus secuelas de insatisfacción, vaciedad, decepción, rechazo social… porque a pesar de su inhumana psicología los ricos no dejan de ser humanos.
  • Y la pereza y comodidad ya que, aunque tiene su razón que la pereza es la madre de la pobreza, sin embargo no es menos cierto los ricos solo se mueven para aumentar sus propias riquezas: solamente las que aumentan su confort y su fortuna.

Con todo, el seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir, en algo negativo. Se trata de una oferta de plenitud. Mientras sigamos hablando de renuncia, es que no hemos entendido el mensaje. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir lo mejor. Y lo mejor no puede ser confundido con esa psicología del rico. No olvidemos que el secreto de la felicidad no es tener más, sino necesitar menos. ¿No vale la pena meditar un poco sobre todo esto?

Juan Carlos cmf

(FOTO: Jingming Pan)

 

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