Proteger, promover… es parte de nuestra tarea

En los días 6 al 8 de junio se celebraron en El Escorial, las XXXIX Jornadas de delegados y agentes de pastoral de migraciones, con el lema “Proteger y Promover a migrantes y refugiados”. Tuvimos la oportunidad de compartir, entre otros, con D. Fabio Baggio, subsecretario de la sección Migrantes y refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, donde nos ayudó a profundizar en dos de los cuatros verbos que el Papa Francisco nos invita a tener presente en esa difícil misión de acoger, proteger, promover e integrar a los más desfavorecidos de nuestra sociedad, para lograr aumentar la sensibilidad hacia los más vulnerables, para caminar hacia un mundo donde la convivencia en paz sea posible, para garantizar, en primer lugar, la
dignidad de cada persona en toda su diversidad.
Se nos recordó que el Papa Francisco, atento vigía de los signos de los tiempos, viene acentuando la necesidad imperiosa de elevar los listones de los derechos humanos en materia de asilo y migraciones. Y, fiel a esa decidida voluntad de ponerse del lado de las víctimas de los desplazamientos forzosos, la santa sede formuló esos 20 puntos ineludibles a tener en cuenta en nuestra acción pastoral.
D. Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, nos recordó que “la Iglesia católica no puede desviar la mirada ante el sufrimiento de tantas personas embarcadas en peligrosas travesías que mutan la esperanza por la tragedia o el tener que sobrevivir a la intemperie en condiciones precarias”. Es cada vez más urgente un mayor compromiso, más intenso, riguroso y coordinado entre las administraciones, las Iglesias y las organizaciones sociales. Es una responsabilidad de todos, especialmente para nosotros cristianos y católicos, sumar en este empeño del Papa Francisco para que los desplazamientos forzosos y el sufrimiento que comportan sean una prioridad en nuestros planes pastorales, decisiones y objetivos.
Es verdad, que queda mucho trecho por recorrer, pero el mundo de las personas desplazadas es un ámbito opaco, repleto de impotencia, sufrimiento y precariedad de derechos. Además de respuestas humanitarias que visibilicen la mano tendida de nuestro Dios, se precisan normas internacionales que aseguren el derecho a no tener que emigrar, que ayuden a preservar la dignidad de los migrantes durante sus desplazamientos y que, finalmente, contribuyan a asegurar su plena integración social en la sociedad de acogida.
Ojalá que, con la ayuda de Dios, las personas de buena voluntad consigamos un mundo más justo, fraterno y habitable para todos, y que al igual que el buen samaritano del evangelio nos comprometamos en sanar las heridas y en garantizar la convivencia en paz y la integración de todos nuestros hermanos y hermanas

José Antonio Benítez Pineda, cmf

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