La guerra de Vietnam provocó un shock emocional muy profundo en la conciencia del pueblo norteamericano. El cine no permaneció indiferente a tal suceso, acercándose al mismo de diversas maneras. Hay películas que ponen su atención en las consecuencias que la experiencia bélica deja en los soldados que participaron en ella. Así sucede en Taxi Driver, El regreso o El cazador (si bien ésta se adentraba de modo coyuntural y descontextualizado en la contienda). Las ha habido también que se han aproximado al conflicto ofreciendo una visión disconforme y crítica en muchos casos (Apocalypse now sería paradigma de esto). Oliver Stone, soldado él mismo en Vietnam, reflejó en Platoon la realidad de la guerra en toda su crudeza y negatividad.
El film comienza cuando Chris Taylor (Charlie Sheen) llega a Vietnam cargado de idealismo y también desconocimiento de la contienda. A través de él vamos a adentrarnos en un infierno incapaz de ser soportado. Su personaje se convierte en el portavoz del realizador que quiere manifestarnos lo horrendo de aquella guerra y de cualquier guerra. Con unos pocos personajes y la selva como marco absorbente e infernal, Stone compone un mosaico de maldades, resentimientos, miedos, venganza y odio. El enemigo permanentemente invisible se convierte en un pretexto para mostrar hasta dónde puede llegar la naturaleza humana, llevada al límite de sí misma. Stone no muestra tanto el conflicto USA-Vietcong, cuanto la lucha soterrada que enfrentaba a los mismos norteamericanos. Todo ello representado en los dos personajes más característicos del film: los sargentos Barnes (Tom Berenger) y Elias (WillemDafoe), arquetipos de dos modos de entender la vida. El primero, cruel, vengativo, símbolo de un espíritu violento; el segundo, representativo de un talante pacífico, que no intenta perder su humanidad, aun en medio del conflicto.
Pero Stone no se limita a esta presentación simplificadora. A medida que avanza la película, vemos cómo el soldado Taylor se va convirtiendo en el tercer personaje que casi imperceptiblemente aúna dos formas de vida tan contradictorias. Vietnam le priva de su idealismo y le hace asumir la bestialidad e inhumanidad del conflicto. Con su actitud, el componente moral del film desaparece y toma un matiz radicalmente distinto: la visión crítica de Stone se eleva desde su materialidad más palpable hasta abarcar la negatividad de la condición humana generada por la guerra. Lo peor de Vietnam, parece decirnos el realizador, no fue sólo la situación en sí misma, las pérdidas de vidas humanas, sino la desesperanza que engendró, la agresividad y la violencia que hizo nacer en personas sencillas.
Oliver Stone manifestó que todo cuanto sucede en la película es real (vivido por él mismo o escuchado a otros). Realismo llevado a su más alto grado de definición. Desde aquí podría plantearse una objeción global al film. Una película que se pretende antibelicista (no vamos a decir pacifista) y que busca manifestar la inhumanidad de la guerra, ¿no pierde acaso buena parte de su mensaje al utilizar un medio complaciente con la brutalidad que cuenta? Stone pretende reflejar lo que fue la guerra de Vietnam, manifestarnos la angustia, la desazón y la brutalidad de los hechos. Y hay que reconocer que lo consigue. No se puede ver Platoon sin sentirse conmovido e inquieto. Y tras los títulos finales, queda un profundo sentimiento de tristeza.
Antonio Venceslá Toro, cmf