El payaso es una como una parábola: hace reír a grandes y pequeños, aunque tenga a veces la muerte en el corazón, como refieren los versos del poeta:
De un ataque al corazón
esta tarde se murió un payaso.
Lo más divertido del caso
que mientras su cuerpo estaba inerte,
la gente aplaudía y aplaudía,
al mismo tiempo pedía
qué él repitiera su muerte. (Alberto Olmedo)
No hace falta ir al circo o a la feria para descubrir –quizás incluso dentro de nosotros mismos- la verdad de esas palabras. ¡Cuántas veces nos hemos visto obligados a sonreír y a salir al paso en medio del ambiente de una fiesta o ante una situación no deseada, mientras guardábamos en el corazón el secreto de una prueba, de una traición o de una pérdida! Sí, el espectáculo debe continuar, pero las lentejuelas y maquillajes esconden amargura y soledad, amores derrotados, insatisfacción y fracaso.
Tal vez el payaso nos esté desvelando un lado oculto de la caridad. No pocas veces, amar significa guardarse el propio dolor en silencio y mostrar el amor. Lo cual no debe confundirse con hipocresía; es una “divina comedia”. Lo es en la medida en que solo se piensa en el bien de la otra persona. Así hizo María, como bien recoge un conocido canto italiano: “Ocultaste tu dolor, solo tu sonrisa descubriste para mí”. Pocos se darán cuenta… porque hay gestos auténticos que precisan hacerse invisibles. Es una verdad que vale en muchos sentidos, como señalaba Maquiavelo en El príncipe: “Todos ven lo que aparentas, pocos sienten lo que eres”.
Juan Carlos Martos, cmf