Redobles de planetas en el viento.
Azules cataratas de tristeza.
El hombre como un árbol se endereza
guardando con los ojos su cimiento.
Cae la luz y el tiempo se hace lento
por las esquinas blandas de la pena.
Cuchillos de jazmines en cadena
y el amor como un verbo sin acento.
Como una carga inútil mi agonía,
las horas van tejiendo su madeja
y una oquedad después y todavía.
Amor, amor, amor, cielo asfaltado
para mi piel desnudo, airada queja
contra el muro de miel de mi costado.
Blas Márquez Bernal, cmf