Acontecimientos radicales y violencia generalizada fueron moneda de uso corriente en Argelia en los años noventa. El Grupo Islamista Armado sembró terror y un fundamentalismo extremo en el país. Muchas personas murieron a manos de los terroristas. Recordamos a la comunidad cisterciense de Tibhirine, episodio narrado en De dioses y hombres, película a la que es preciso volver una y otra vez. En ese contexto acompañamos las vidas de un grupo de universitarias (llamadas “papichas”, de ahí el título de la película), jóvenes argelinas desenvueltas, que aman la música, el baile y los modos de vestir occidentales, enfrentando así el pensamiento impuesto por los islamistas: frente al hiyab o el niqab, los vaqueros, las camisetas ceñidas, la melena al viento y el maquillaje.

La película comienza casi como una comedia de adolescentes, con travesura incluida (dos de ellas escapan de la residencia universitaria donde viven para ir a una discoteca donde además de divertirse, una de ellas, Nedjma, vende a otras papichas la ropa que ella misma diseña). Pero en un contexto tan convulso, pronto comienzan a manifestarse episodios de tensión y de violencia (omnipresente en los comunicados emitidos por la televisión) que terminan por salpicarlas muy cerca y afectan también a la residencia donde vive.

La película también se detiene en presentar costumbres y modos de pensar que reducen la capacidad de obrar de las mujeres reduciéndolas a simples comparsas de un guiñol impuesto. Pero estas jóvenes no quieren dejarse vencer por el miedo y planean una iniciativa reivindicativa: organizar un desfile de modelos diseñados por la protagonista como modo de escapar de la rutina y la uniformidad que quieren imponerles.

La interpretación del elenco femenino es muy destacable y consigue la sintonía de los espectadores. Es cierto que la realizadora Mounia Meddour (que se basa en parte en experiencias vividas en su juventud argelina) no carga las tintas excesivamente en el retrato de la agresividad que se adueña de la sociedad, haciendo un uso adecuado de la elipsis o el plano desenfocado para evitar el retrato directo de los hechos más violentos. Eso no evita que durante todo el metraje sobrevuele la amenaza de la respuesta excesiva de los islamistas. Pero la atención está centrada sobre todo en la mutación de una sociedad que pasa de la libertad a un estéril encorsetamiento. No obstante, Papicha no se deja llevar por la desesperanza y propone una mirada, tal vez ingenua o poco justificada, al camino planeado por Nedjma.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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