No es fácil escribir un comentario de esta película sin incurrir en el error de adelantar algún entresijo de su argumento. Y hay que evitarlo, de modo que el espectador vaya descubriendo la historia que se nos cuenta desprovisto de asideros. Y conste que el comienzo nos recuerda otras películas y ambientes vistos en otras películas o series de televisión. Imagina una zona residencial, formada por casas unifamiliares, con su jardín, zona recreativa, lejos del torbellino de la gran ciudad. Quienes viven en ella parecen parejas felices que disfrutan cada día de encuentros satisfactorios, son personajes atractivos, que viven una existencia desprovista de cualquier huella de desdicha. Cada mañana las esposas, tan sumisas y obedientes, despiden a sus maridos que se marchan a trabajar, cada uno en su automóvil, a un mismo lugar, cruzando un terreno desértico, a hacer no se sabe muy bien qué ni dónde. Y ellas tienen todo el día para limpiar la casa, reunirse en clase de danza, cotillear, preparar la cena, satisfacer en suma a sus maridos. Son mujeres florero que parecen sentirse muy satisfechas de sí mismas. Pero alguna trampa debe haber escondida en los pliegues de una historia tan ejemplar. Y efectivamente, las cosas no son tan sencillas, ni la vida ejemplar y satisfactoria lo es tanto. Y lo dejamos aquí para no enturbiar la visión de quien quiera acercarse a verla.
Sí podemos decir que No te preocupes querida tiene su tono feminista. Y en los tiempos que vivimos es más que correcto asistir a una sesión de empoderamiento (palabra recurrente también en este tiempo) femenino que, tras la apariencia cotidiana de esta historia, se erige en proclama del derecho de una mujer a elegir su destino y vivir su propia vida.
Hace pocos años una serie de televisión llamada Black Mirror nos planteaba retratos de películas distópicas ubicadas en un futuro impreciso que nos invitaba a mirar nuestro presente y vernos reflejados en ese porvenir no tan disparatado como podría parecer. Algo así podemos observar también en No te preocupes querida. El contexto en que se desarrolla la historia se resuelve finalmente poniendo ante nosotros la realidad con la que se enfrentan muchas parejas en sus vidas cotidianas. De manera que, finalmente, la distopía no resulta serlo tanto, me parece.
La realizadora Olivia Wilde, intérprete también de uno de los personajes principales, parece hacer gala de un espíritu crítico contra muchas actitudes en boga en el país de Donald Trump. Y nos invita a verlo todo de otro modo. Se sirve para ello de la potente interpretación de su principal protagonista, Florence Pugh, que deja de ser aquí una mujercita (fue una de las intérpretes en la película de Greta Gerwig, Mujercitas) para convertirse en una poderosa mujer deseosa de liberación.
Y espero no haber escrito demasiado.
Antonio Venceslá Toro cmf