A Juan Antonio Luque Varela, en el recuerdo agradecido
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida
con sus quebrantos calcinados
en un océano de besos;
con sus risas apenas perceptibles
y ahora iluminadas
en un vendaval de rosas tan rojas
como mi corazón resucitado.
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida.
No es posible seguir soñando
si al final solo quedan los recuerdos
y las tibias caricias
de un amor desbocado.
No es posible seguir soñando
si al final solo quedan las palabras
que en la noche nacieron
y al despertar se duermen.
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida.
No es posible seguir soñando
si al final solo quedan nuestras ansias
y un rumor de caricias leves
en los pliegues del viento.
¿Es posible que tú y yo desnudemos
las horas transcurridas
y volvamos al tiempo de la siega
en la plegaria del tiempo?
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida.
Abrazad mi vida como quise vivirla
con los ojos bañados de corales
y el corazón abierto
como esas rosas que cortaba
al despuntar el alba.
Viví haciendo del silencio
la palabra sonora
de viejas certidumbres
y el caudal ardiente de caricias
apenas iniciadas.
Estrené todas las mañanas,
cuando las calles mudas
saludaban con un rumor de besos
mis pisadas inciertas.
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida.
Aquí florece cada tarde
el romero y la rosa,
y el tiempo se me escapa entre las manos
regalando fragancias de romeros
y perfumes de rosas a cada paso,
como ayer, como entonces, como siempre
Es hermoso vivir así
sin ataduras ni quebrantos,
esperando el regreso deseado
de todo lo que amé
con este corazón lleno de nombres.
No lloréis mi muerte si me amáis.
Si me amáis, abrazad mi vida.
Abrazad mi vida como quise vivirla
con los ojos bañados de corales
y el corazón abierto.
Blas Márquez Bernal, cmf