NO ES AJENO DIOS A ESTA TAREA

He dejado los verbos en la orilla.

Y doblado el pañuelo que secaron los llantos

de la despedida.

Si tengo que llorar,

préstame hoy tus lágrimas.

 

Después de muchos años,

he vuelto a recorrer las sendas calcinadas

que alumbraron mis pasos.

Hoy no puedo afirmar

si aquellos pasos indecisos

dejaron una huella

en un viento malherido.

 

Los sueños se desnudan

cuando dejamos de plantar

los árboles de la esperanza,

cuando se secan en nuestras manos temblorosas

las semillas pequeñas

de los sueños sin bordes ni alambradas.

 

 

Después de todo, qué más da.

Después de nada,

¿quién se atreve a empezar de nuevo

esta tarea

si ya las herramientas se oxidaron

y desconoces

el pulso de las nuevas?

 

 

Espérame detrás de este silencio herido.

Hoy como ayer me duelen tus palabras

y me obligas a redactar

el testamento de mis versos azules.

 

Que nadie te robe los sueños

ni los envuelva

en un papel ceniza.

 

Herido de pies a cabeza.

¿De tu mano? mejor

de la mano del niño

que vive su esperanza

en la puerta de al lado

y oculta sus palabras

en un cofre amarillo de silencios.

 

Torbellinos de espuma

y otra puerta que cierra

la entrada a mis pasiones más auténticas.

 

Hoy como ayer

encamino mis pasos

a la ladera azul de un pensamiento inédito.

Y quizás en la fragua de la melancolía

se acrisolen mis sueños y amanezca.

 

No es Dios ajeno a esta tarea.

Lo siento estremecido

por los alrededores de mi sangre.

Le he puesto un nombre nuevo

para poder llamarlo en el silencio herido

de esta tarde amarilla.

El eco de su voz acaricia los árboles

y yo empiezo a doblar las sábanas del miedo

para apagar mi voz y mis palabras.

 

Las Palmas, 2020

 

Blas Márquez Bernal, cmf

(FOTO: Isaac Berrocal)

 

Start typing and press Enter to search