Nada se pierde

Y los pesares nadan y sucumben.
Cierro los ojos para ver y siento
Que el pozo está más hondo y el brocal
Perdió su redondez.

Esferas como besos, caricias como ámbitos.
Las horas se detienen y los verbos
Naufragan en la arena.

Las calles están huérfanas. Y el árbol
Perdió su sombra.
Navegan uno a uno los recuerdos
Y en la orilla se encienden.

A veces la memoria,
Igual que una granada, abre sus ojos
y da miedo mirar de frente:
La vida,
como pájaros disecados,
-toda la vida- en un panal de encajes.
Laberintos, telares, sedas, vértigos.
Y yo de frente, espectador desnudo.

Mi vida, una madeja apenas,
Vista de frente,
Habita en ese enjambre de corales.

Después de todo,
¿Por qué la pesadumbre y la nostalgia?
Nada se pierde.
Solo cambia el color del desencanto.
¿O acaso todo vuelve a renacer
De las cenizas?

Blas Márquez Bernal, cmf

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