El realizador sevillano Alberto Rodríguez ha ido construyendo en sus últimas películas una crónica de algunos aspectos más ocultos de vida política de nuestro país, desde los años de la transición política vivida en España después de la muerte de Franco. Y no siempre ha sido una crónica elogiosa.

En Grupo 7 se sumergió en la trastienda de la Expo, mostrando una imagen de Sevilla alejada de los oropeles que se ofrecían en la isla de la Cartuja; en La isla mínima nos mostraba un submundo, tan cercano como desconocido, en el que coexistía la amargura y el ocultamiento de tantos hechos silenciados, por vergonzosos, de esos años; en El hombre de las mil caras se infiltraba en las cloacas del poder para mostrar también la cara oculta del presunto estado del bienestar que nos vendían desde el Consejo de Ministros.

Modelo 77, su última película, nos acerca a hechos vividos en ese año emblemático de cambios por venir y residuos de tantas resistencias a dichos cambios. Y ello, en el contexto de una historia que transcurre casi íntegramente en el interior de las cárceles (sobre todo, la Modelo de Barcelona), protagonizada por presos comunes que, despojados de todo derecho, reivindicaron el cambio que se comenzaba a vivir más allá de los muros de la prisión. Para ello se organizaron en una ‘coordinadora de presos en lucha’ (COPEL), colectivo que aunó sus pretensiones y les cohesionó como grupo sujeto de derechos que exigieron, también ellos, la amnistía que les fue concedida a otros. Unos rótulos explicativos al final de la película nos informan de los resultados obtenidos.

En este contexto realista Alberto Rodríguez y su guionista habitual, Rafael Cobos, construyen una historia, basada en hechos reales, pero sin duda salpicada con elementos de ficción. Un joven ingresa en prisión acusado de un desfalco y a la espera de un juicio en el que puede ser condenado a una pena desproporcionada. Miguel Herrán encarna con convicción a ese luchador que desde el primer momento se rebela contra un estado de cosas que le maltrata y ningunea. Son numerosos los episodios de acoso que sufre durante el tiempo que permanece en prisión. Aun ficcionados, sin duda son hechos que se sucedieron al margen de los aires de libertad que se respiraban en el país. Pero está claro que no todos pudieron respirarlos y muchos hicieron lo posible por ahogarlos. El siempre eficaz Javier Gutiérrez interpreta a otro de esos presos que, desde una posición acomodada (hasta donde eso sea posible) en la cárcel, va evolucionando y tomando conciencia de la nueva realidad que está naciendo y en la que se anima a participar, asumiendo también los conflictos que ello va a traer a su vida.

Imágenes de archivo se suceden a veces para contextualizar los hechos y darles una dosis de realismo, ofreciendo en medio de la ficción, una lección de nuestra historia cercana. Los títulos finales se insertan junto a fotografías del presente narrado en la película y recreado en diversos pasajes del filme.

Modelo 77 es una película que ilustrará a muchos acerca de episodios no tan lejanos que configuraron la evolución de nuestro país hacia un estado democrático que se encontró muchas resistencias y no pocos defensores. Esto no significa que la película no asuma también una estética de cine carcelario vista en otras producciones. Una lección de historia no tiene que estar reñida con una ficción interesante.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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