Migración: ¿estado de emergencia?

Compartimos un texto de José Manuel Mula Salmerón, de Cáritas Diocesana de Sevilla, que reflexiona sobre las personas migrantes que llegan a Europa. La cultura del encuentro y el ‘Nosotros’, tal y como nos ha invitado el Papa, es la reflexión que habría que hacerse para cambiar el concepto de las fronteras:

 

Estas semanas los medios de comunicación nos han alertado -como si de una novedad se tratase- sobre algo que ya es habitual desde hace años en las costas europeas, especialmente a través de Italia, Grecia y España. La cercanía del verano provoca un aumento de la llegada de embarcaciones con personas procedentes de diferentes países de Oriente Medio y África.

La llegada de 3000 personas en dos días ha provocado que incluso Italia tome una medida hasta ahora inédita: la implantación de un estado de emergencia migratorio, ante la llegada de estas personas por vía marítima a sus costas. Malta, aunque tampoco es nuevo, ha estado impidiendo y retrasando el auxilio a embarcaciones cargadas de personas que han visto peligrar su vida por la falta de respuesta rápida por parte de los servicios de salvamento marítimo.

Todas las alarmas parecen encendidas por esta llegada de personas que no vienen subidas en cruceros que cruzan el mismo mar que las pateras, donde suelen subir unas 5000 personas, que suben y bajan a las mismas costas a las que llegan las 200 o 300 personas que van en minúsculas barcas de madera, llevadas a la deriva por las condiciones del mar que transitan.

Llama la atención que a febrero de 2023 se habían acogido, con todas las garantías legales y sociales, a 5,5 millones de personas procedentes de Ucrania, sin que haya supuesto en ningún momento una crisis migratoria, sino todo lo contrario: una respuesta humana organizada a una realidad por todos y todas conocida. Por otro lado, en todo 2022 el número de personas llegadas por la frontera sur fue de sólo 159.410 personas, un número infinitamente menor, que sin embargo causó cierto pánico en algunos gobiernos y sociedades de acogida.

Todo el mundo conoce las causas que han provocado la salida de tantas personas del país europeo. Pero ¿qué información tenemos de las personas que llegan a través de las diversas rutas mediterráneas?, ¿alguien conoce la situación de los países de procedencia de estas personas?

Los cinco países de los que salen más personas hacia Europa son Túnez, Egipto, Bangladesh, Siria y Afganistán. Sí. Efectivamente. Ninguno de ellos son países del África Subsahariana que, sin embargo, son los que más se presentan en nuestra cabeza y nuestros discursos cuando hablamos de migración. ¿Qué está ocurriendo en Túnez para que en tres meses hayan salido más de 35.000 personas en lo que llevamos de año? ¿Alguien recuerda ya la situación de guerra abierta en la que sigue Siria, provocando los mismos efectos que la guerra de Ucrania? ¿Quién se pregunta realmente por la realidad de Afganistán, de la que se han retirado todas las fuerzas internacionales y han dejado a la población bajo la violenta amenaza talibán? ¿Alguien pone atención a las consecuencias de la guerra de Yemen que lleva ya ocho años en marcha provocando la mayor hambruna conocida hasta ahora? El nuevo conflicto generado en Sudán ha provocado ya más de 400 muertes civiles y miles de heridos, pero esta vez sólo se rescata a los ciudadanos europeos o americanos, y los sudaneses que escapen e intenten cruzar la valla de Melilla… ¿cómo serán tratados esta vez?

Así podríamos seguir analizando y descubriendo que la gente que llega a Europa procedente de los países del sur del Mediterráneo no solo “sale”, sino que “huye”. Huye de situaciones estructurales en los países de origen que hacen muchas veces inviable la vida en condiciones dignas. Pero de esto no se habla. Nuestro foco se centra en el tránsito, en el momento de la salida, cuando ya muchas veces no hay posible retorno al país del que se ha salido. Y aunque, como hemos visto, las cifras tampoco son desorbitadas, la respuesta es más propia de sociedades que se sienten amenazadas por un grupo de personas que, además, serán un aporte en las sociedades de acogida. Porque, efectivamente, tal y como dicen todos los informes demográficos y económicos, Europa necesita personas para crecer, para trabajar, para mantener su nivel de bienestar.

¿Dónde habría pues que declarar el estado de emergencia? Efectivamente, lo que nos debe poner en estado de alerta es el aumento brutal de la desigualdad entre países del “Sur” y del “Norte”. Es la “persistente y creciente desigualdad económica, política y social entre las regiones y países del mundo la que augura una movilidad creciente de personas en las próximas décadas, aumentando además su complejidad” (Informe del Consejo Económico y Social de España).

Es en la desigualdad donde hay que poner las alarmas, no en las consecuencias que ella provoca. El estado de emergencia no puede limitarse a poner nuestras fronteras en los países de origen (hoy la frontera de España no está en la costa peninsular, sino en el sur y norte de Marruecos, en Mauritania, en Níger y Senegal, donde patrullan incluso los coches de la Guardia Civil como forma de “cooperación” internacional). La respuesta de emergencia debe hacer esfuerzos mayores para favorecer espacios de desarrollo, donde la vida pueda ser vivida con dignidad.

Mientras, nuestro papel en Cáritas, como se ha estado haciendo y con buenos resultados, será el de acoger y salvar vidas, el de ofrecer alternativas para las personas que huyen del drama de una realidad muchas veces incompatible con la vida. El concepto de frontera, creado para dividir territorios en función del beneficio que se pudiera obtener de ellos, debe adaptarse a la nueva realidad. La frontera debe ser un espacio de intercambio, de encuentro, de crecimiento. No es posible que las fronteras permitan la circulación de dineros y mercancías sin límite, y en cambio sean un obstáculo para las personas que necesitan de los frutos de esas ganancias.

La cultura del encuentro y el Nosotros cada vez más grande al que nos invita el Papa son una reflexión hacia ese cambio de concepto de las fronteras. Es necesario perder los miedos para descubrir la verdad. Son necesarios más estados de solidaridad y menos de emergencia.

 

Texto: José Manuel Mula Salmerón | Cáritas Diocesana de Sevilla

(FOTO: De la web de Cáritas Diocesana de Sevilla)

 

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