Mientras dure la guerra

La primera vez que tuve referencias del episodio vivido por Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 fue leyendo un texto de Erich Fromm, donde éste aludía al enfrentamiento que el pensador español mantuvo con el general Millán Astray, que con su grito ‘¡Viva la muerte!’, evidenciaba la matriz necrófila del fundador de la Legión. Este episodio repetido en muchas publicaciones con variantes y versiones diversas es el corolario que marca el clímax de Mientras dure la guerra, una consecuencia de la progresiva toma de conciencia de Unamuno de la deriva que tomó el conflicto incivil iniciado en julio de 1936 y sus secuelas de muerte e irracionalidad a ambos lados de las trincheras.
Desde el momento que tuve noticias de que Amenábar preparaba esta producción deseé conocer su versión de los hechos y alabé su interés por fijar su atención en D. Miguel de Unamuno, una figura muy cinematográfica, pero a quien el cine español, que yo sepa, no se ha acercado hasta ahora (salvo una fugaz aparición en una fotografía del protagonista de El espíritu de la colmena en el ya lejano 1973).
Desconocía los pormenores de la evolución ideológica de Unamuno en los primeros meses de la guerra, que fueron los últimos de su vida. Por ello, presumo que el guion de la película responde a la realidad. Alejandro Amenábar me parece un realizador serio, aunque tal vez en ocasiones fuerza las cosas para llevar las aguas a su molino. No sé si ha sucedido así en este caso.
Miguel de Unamuno, rector de la Universidad salmantina, es destituido por el gobierno republicano al manifestar su apoyo al alzamiento, y poco después es restituido en su puesto por los dirigentes del bando nacional que han ocupado Salamanca desde el primer momento de la contienda. Durante esos primeros meses, el pensador es testigo de los atropellos que se van produciendo (y que afectan a algunas personas muy allegadas) hasta el punto de producir en él una actitud adversa a quienes en un principio apoyó.
Amenábar parece señalar a Unamuno como uno más de los que conformaron la llamada “tercera España” que, al margen de los bandos enfrentados, se desvinculó de cualquiera de ellos viendo solo violencia irracional e interés por defender los propios principios a costa de cualquier consideración, incluidas las vidas de miles de españoles. Podríamos, desde esta clave, establecer lazos con la situación actual en nuestro país, valorando la necesidad de recuperar el tono razonable y mesurado del pensador vasco.
Pero Mientras dure la guerra se detiene también, y no de modo secundario, en los tejemanejes previos a la proclamación de Francisco Franco como generalísimo del ejército nacional. Se trata de un episodio que ya fue objeto de alguna película anterior (Dragon Rapide), pero que, en este caso, actúa además como confirmación del cambio ideológico de Unamuno, teniendo en cuenta la poca valoración en que éste tenía al recién nombrado Caudillo. Unos títulos finales (a los que Amenábar es muy dado, piénsese en Ágora) aluden a la larga travesía que España vivió bajo su mando. Una travesía que tuvo su preludio en la actitud indiferente hacia la petición de Unamuno que intercede por sus amigos y termina comprendiendo que ese “pobre hombre” solo encierra ambición y busca de su propio interés. Pocas semanas después del incidente en la Universidad moría en su casa salmantina. Y habrían de pasar muchos años, también nos lo recuerda Amenábar, para que en España volviese a amanecer.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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