Mi tiempo y yo

Las mejores tradiciones espirituales y también las ciencias humanas insisten en la importancia de la gestión del tiempo personal. Una vida no llega a ser auténtica si prescinde de una sabia relación con su tiempo.

Pero habitamos una época marcada por tanta aceleración y velocidad que vivimos el empleo del tiempo como amenaza patológica. Está en boca de muchos decirnos: “Se me escapa el tiempo”, ”ahora o nunca”, “pierdo el tiempo”, “más vale tarde que nunca”, “no dispongo de tiempo”, “el tiempo vuela”, “el tiempo pasa, pesa y pisa”… Si el tiempo se erige en ídolo, acaba angustiándonos o esclavizándonos.

Hemos de aprender pues a ordenar nuestro tiempo como don y compromiso (kairós) para que no nos devore (krónos). Ordenar el tiempo es saber disciplinarnos, racionalizarlo, fraccionarlo de manera inteligente para sacarle el mayor provecho en vistas a un fin. Pero sin caer en formalismos legalistas. Hay prioridades que, por ser sabias y realistas, debemos fijar y mantener. Ellas cuidan de lo más central de cada jornada a lo que de ninguna manera hay que renunciar. Pero, ¿qué orden de prioridades deberíamos establecer para vivir las exigencias humanas y las sabáticas? Al que desee ordenar su tiempo le serán de ayuda estas seis prioridades tomadas de tradiciones contrastadas.

  • El descanso. Ante todo, hay que conceder al cuerpo las horas de sueño que precise. El que se decida a madrugar, deberá acostarse antes. En la cama se duerme mejor. Una persona agotada no puede funcionar bien en nada.
  • El ejercicio físico. La segunda prioridad consiste en darle al cuerpo el movimiento que necesita: deportes, paseos, yoga, gimnasia o lo que sea. Sobre todo para quienes pasan el día senta­dos, el movimiento es vital.
  • La alimentación. Comer es una necesidad, pero comer inteligentemente es un arte. Hacernos conscientes de qué le damos a nuestro cuerpo, cuándo y con quién lo hacemos. Jesús daba mucha importancia a las comidas.
  • La oración. Hemos sido creados para vivir con y para Dios. Lo mejor del día debe ser para Él. Es difícil orar agotado, con prisas o mal alimentado. La postura, la respiración y la dieta condicionan la práctica religiosa.
  • La afectividad. Dediquemos tiempo de calidad a las personas con las que convivi­mos, quienes habitan con nosotros. No hace falta dedicarles excesivo tiempo pero sí el justo, con total desinterés, para convivir y conversar.
  • El trabajo. Es la sexta prioridad aunque absorba muchas horas de reloj. Pese a ello, nunca debe ocupar un lugar anterior. Evitemos idolatrarlo descuidando otras prioridades en aras de éste. Y menos si es por el propio y exclusivo interés personal.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Aron Visuals)

 

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