Mateo: contar la Vida.

SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA. 21 de septiembre

Cuando Leví dejó de pensar en el dinero, descubrió un mundo nuevo. O, quizá mejor dicho, una vida nueva. Todo fue tan repentino… Unos ojos (¡qué mirada, oh Dios, qué mirada!) que lo miraban y una voz que lo invitaba: ¡Sígueme! Y un vuelco del corazón simultáneo con el vuelco de la silla donde estaba sentado. Y salir tras Él. Y entrar en la Vida.

Escuchó sus palabras, remeció sus parábolas, vio sus signos y prodigios, olió la lepra curada,  repartió con sus manos el pan multiplicado que salía de las de Él, comió su cuerpo y bebió su sangre. Lo contempló muerto, resucitado y subiendo a su gloria. Por eso, antes de que pudieran perderse en el olvido todas aquellas cosas, nadie como él para escribírselas a sus fieles y a los que vinieran detrás. Mateo, el Evangelista.

Que escribe su resumen de hechos y dichos en la misma lengua en la que habló Jesús, el arameo, con lo que su evangelio es, por una parte, de la máxima fidelidad. Como es fiel a toda la catequesis posterior de San Pedro. Por otra parte, escribiendo en arameo logró llegar directamente a sus destinatarios, que fueron los judíos convertidos a Cristo, a los cuales intentó dejar bien claro que Cristo era el Mesías, el Salvador por quien el pueblo judío había siempre esperado. Éste fue su primer objetivo.

El segundo, demostrarles que la Iglesia, el Reino de Dios, es el nuevo pueblo de Dios, la nueva realidad de salvación. La Iglesia, con Pedro a la cabeza y los doce apóstoles como las doce columnas que sustituyen a las doce tribus del antiguo Israel.

La Iglesia, como la barca apostólica zarandeada por la tormenta en el mar de Galilea, zarandeada en nuestro tiempo. El Evangelista de la Iglesia nos cuestiona en el día de su fiesta sobre nuestro compromiso y nuestra participación en ella. Ante escándalos, publicitados y ampliados por los medios, ante dificultades y problemas, ¿qué ponemos de nuestra parte? ¿Nos quedamos satisfechos con rezar el credo? ¿Resuena en nosotros una invitación semejante a la que Jesús le planteó a Mateo? ¿Tiene alguna respuesta?

Carlos Díaz Muñiz, cmf

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