Marie Chapdelaine

Podría achacarse a esta película una excesiva duración y es posible que sus 158 minutos le parezcan excesivos a muchos. Basada en una novela que ya ha conocido varias versiones, forma parte de la tradición literaria de la Canadá francófona. Su duración, no obstante, no debe ser un obstáculo para acercarse a ella, porque nos ofrece una historia muy ejemplar de superación frente a la adversidad ante una naturaleza hermosa, pero hostil, y de reconocimiento de la unidad familiar donde Marie Chapdelaine, una joven de 16 años, encuentra serenidad y un lugar propicio.

Su familia se ha ido alejando de la civilización, siempre más al norte, buscando nuevos espacios para vencer al bosque y sacar fruto a una tierra muchas veces inclemente, sobre todo en los largos inviernos fríos y nevados, y unos veranos cortos que el padre de la familia aprovecha para ir restando espacio al bosque ampliando el terreno de siembra. Junto a la lucha por la vida apegada a la tierra, asistimos al trajín diario de una familia bien avenida: alimentar los animales, amasar el pan, cocinar, cortar leña, alimentar la estufa, compartir las comidas y los diálogos serenos que parecen intrascendentes, jugar a las cartas para sobrellevar las veladas nocturnas al calor familiar, recibir visitas, acudir a encuentros con los vecinos donde se comparte la comida, se baila… Así es la vida de la joven Marie, sin que apenas nada turbe su serena mirada. Naturalmente tiene sus sueños, expectativas futuras que no enturbian el devenir tranquilo de su presente. Puede parecer seca, casi huraña, pero es siempre atenta y en su interior guarda la mirada y la promesa de un joven explorador que le promete volver en primavera con buenas intenciones de una vida futura compartida.

Dividida en seis capítulos, los hechos narrados son interrumpidos en algunas ocasiones por una mirada contemplativa a la naturaleza, bella pero exigente, a los bellos paisajes nevados que la joven María observa con estudiada calma y singular embeleso.

Acostumbrados al trajín de la vida urbana, o menos urbana, pero siempre sometida a las prisas de los quehaceres, en Marie Chapdelaine nos sumergimos en el sosiego de una vida de otra época, marcada por el ritmo de las estaciones, y en la satisfacción de las realidades que conforman el mundo de los seres humanos (el alimento, la vivienda, el calor familiar, la buena vecindad, el amor, la muerte…) Todo ello constituye la urdimbre de la vida de nuestra joven protagonista y con ella asistimos a su progresivo acceso a la madurez.

Es una película hermosa; tiene su propio ritmo y si te dejas llevar por su cadencia te asegura un tiempo de placentero entretenimiento. Podría decirse que la acción es demasiado premiosa, como así es el transcurrir de la vida cuando prescindimos de lo superfluo y centramos nuestra mirada en lo que de verdad merece la pena.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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