En 1941 Ciudadano Kane, una de las películas unánimemente colocadas en la cumbre de la historia del cine, fue nominada a nueve premios Oscar. Solo consiguió uno: el mejor guion, cuya autoría compartieron el director de la película, Orson Welles, y Herman J. Mankiewicz. La intrahistoria del cine revela que, en realidad, éste fue el verdadero y único autor del guion, aunque es justo señalar que la realización de Welles supo dotarlo de imágenes poderosas y convertirlo en la película que hoy sigue siendo admirada.

En la estela de esta película genial, el realizador David Fincher (que ya ha ofrecido varias películas muy destacables, como Seven, La red social o Zodiac, además de algunas series de televisión) narra en Mank (abreviatura del apellido del protagonista) el proceso de creación del guion de Ciudadano Kane. Y lo hace invocando el espíritu de aquel tiempo en el que se gestaron muy importantes ejemplos de arte cinematográfico.

La película se desarrolla en dos tiempos: en presente asistimos a la reclusión de Herman Mankiewicz en un lugar apartado donde se centra en la redacción del guion que Orson Welles le exige, al tiempo que lucha contra su alcoholismo y se repone de un reciente accidente. Pero la película está también salpicada de flashback que nos hacen retroceder a diversos momentos de la historia personal del guionista durante la década de los años treinta y a su mundo de relaciones con importantes figuras de la industria del cine en las que dejaba notar su carácter caústico y su irrefrenable tendencia a subvertir las normas. Es un tiempo en el que Estados Unidos está saliendo de la crisis económica sufrida en 1929. Mank sobrevive escribiendo guiones para películas de segunda categoría y se codea con famosos personajes, entre los que destaca el magnate de la prensa William Randolph Hearts y la amante de éste, Marion Davies, que serán cruciales a la hora de diseñar el retrato de Charles Foster Kane, el protagonista de la película de Orson Welles.

David Fincher nos ofrece una película claramente deudora de un cine de otro tiempo: los títulos de crédito iniciales, sus imágenes en blanco y negro, la cuidada escenografía, la interpretación de sus protagonistas (con el actor inglés Gary Oldman y Amanda Seyfried, a la cabeza), la altura de un guion que confía su fuerza en la palabra (es una película muy dialogada), hacen de Mank una película que puede retraer a muchos a acercarse a ella, pero entusiasmará a quienes gusten de historias potentes que esconden en sus imágenes una parte de la historia del cine.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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