En 2016, Rodrigo Sorogoyen ganó el Goya con un corto titulado Madre, en el que narraba en 19 minutos la tensión y la angustia sentidas por una madre (interpretada por Marta Nieto) que desde la lejanía de una llamada telefónica hecha desde un móvil que está agotando su batería, siente cómo su hijo pequeño desaparece de su vida. El corto terminaba con la súbita salida de Elena en busca de su hijo. Estos son los primeros 19 minutos de Madre, el largometraje.

Tres años después Rodrigo Sorogoyen ha decidido continuar la historia donde la dejó. Pero lo hace en una dirección que no podíamos esperar. No se detiene en indagar en los motivos o los responsables de la desaparición del pequeño. Sería, tal vez, lo que podríamos esperar.

Han pasado diez años. Elena vive en la misma playa en la que perdió la pista de su hijo, arrastrando la pena y el sentimiento de pérdida que dejó en ella su imprevista ausencia. Trabaja en un bar de la playa y cada día pasea por la arena, intentando reconstruirse. Ha iniciado una nueva relación con un vasco-francés que se preocupa de ella y le propone un proyecto de futuro que la haga salir por fin de la deriva existencial en la que ha vivido. En uno de sus paseos se cruza con un grupo de adolescentes que hacen surf. En uno de ellos descubre unos rasgos, o al menos así se figura ella, que le recuerdan a su hijo perdido. A partir de aquí se inicia un progresivo acercamiento de los dos, una mujer que se acerca a la cuarentena y un adolescente que aún no tiene edad para votar. Hay en la relación que mantienen un sentimiento profundamente afectivo, porque ambos van sintiendo el apoyo emocional que se brindan.

Pero el peaje que ha de pagar Elena es mayor, porque es más madura y más comprometida con la necesidad de albergar en la medianía de su vida sentido y sensibilidad. La relación con Jean la desestabiliza, le hace revivir a aquel niño perdido y la empuja a hacer por él lo que no pudo hacer por su hijo. Quiere ayudarle a vivir y ayudarse también ella a avanzar, pero tal vez los mimbres que utiliza son confusos y equívocos. Ello provoca un sentimiento de falta de empatía con ella por parte del espectador, que en algunos momentos asiste a una conducta desequilibrada e incomprensible, casi adolescente. Es reflejo del malestar que la sigue acompañando, que le impide verse necesitada y aceptar la ayuda que su pareja, con paciencia y cariño, le brinda. Por otro lado, su estado emocional la lleva también a ofrecer a Jean una protección que tal vez no necesita.

Cuando las aguas han vuelto, más o menos a su cauce, la escena final introduce un elemento de difícil interpretación que tal vez puede mostrar la definitiva reconciliación con su vida. O una definitiva inmersión en el caos emocional.

Película interesante, formalmente magnífica, con una interpretación sobresaliente de Marta Nieto, que podéis ver en Movistar+.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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