La luna quebrada
posó su aliento en el cerro
intacto de mis ojos apacibles.
Sobre la noche reclinada
acarició mis sienes
en la ondulada curva
de grillos solitarios.
Sus senos plateados redondos de lágrimas
quebraron el murmullo de los insectos,
donde fui el pájaro nocturno
de un parto vegetativo
Dormidas en la acequia de mis venas,
las cigarras de fuga sonora
extendieron sus vestidos
sobre la piedra calcárea
de un augusto vigilante
Como una noria desvelada
el vientre blanco
de su oculto plenilunio
mojó el pecho de un cráter
en los espacios ondulados
de mi conciencia última.
Contemplé el rayo
de la estancia numérica
en la cárcel de mis ojos
y toda la arcilla conjugada
rompió la curva selvática
en el andamio de mi frente.
Fui tallo de aire redondo
cabalgando la luz tenue del tiempo,
mientras la noche derrotada
inclinó sus hombros
en la garganta efímera
de mi llanto oculto
en los siglos y laderas.
(Mar y Sombra 1998)
Ramón Uzcátegui M., sc
(FOTO: Sanni Sahil)