Los pensamientos dañinos de algunos cristianos que ven a los migrantes como «estorbo, invasores o ciudadanos de segunda»

El pasado domingo 25 de septiembre hemos celebrado la Jornada del Migrante y el Refugiado. Nuestros obispos han señalado claramente que los migrantes a menudo no son vistos desde la clave de la dignidad o de su humanidad; hay otras claves en nuestra sociedad que les señalan y les contemplan como estorbo, invasores o ciudadanos de segunda, y han advertido contra los planteamientos dañinos que cruzan la vida ideológica, política o cultural, y que se cuelan en la vida de la fe. De forma taxativa ha afirmado que es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno», citando Fratelli Tutti. Y nos invitan a un compromiso: estar atentos a detectar, educar y evangelizar todo sesgo que nos repliegue en nosotros mismos y difunda en nuestros entornos mentalidades lejanas al Evangelio recibido.

Los obispos entienden que es el momento de sacar lo mejor de nosotros para moldear juntos este proyecto de humanidad abierto y esperanzador, porque «Cristo nos envía comunidades y migrantes que posibilitan que ese sueño de Dios se realice y se transforme en anuncio y en movimiento que devuelve dignidades arrebatadas. Son los vigías del futuro que nos ayudan, desde Cristo, a edificarlo gota a gota. Tendremos que animar, apoyar y acompañarlos”. Y matizan, “es tiempo de atreverse a mirar el futuro de las migraciones con los ojos de Dios” que “nos hace caer en la cuenta de que hay un lenguaje común con otras maneras de pensar, y es el defender la dignidad humana, reconocerla y comprometernos con vitalizarla allí donde se pone en cuestión” porque “no hay futuro sin defensa de la inquebrantable dignidad de cada persona y de vivir con esa dignidad en nuestro mundo”.

Precisamente la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de este año, explican, pretende fijar la mirada en quienes pueden ser privados de la construcción de este futuro si no hacemos nada o si globalizamos la indiferencia.

Los obispos señalan cuatro puntos para cumplir el mandato de Jesús con los migrantes y refugiados. En primer lugar, señalan, es tiempo de comenzar a edificar a ritmo de la justicia que mana de Dios. “Jesús -explican- nos pide incluir a todos con gestos concretos, pues como cristianos «no tenemos derecho de excluir a los demás, juzgarlos o cerrarles las puertas».

En segundo lugar, señalan que “no hay futuro sin atender a quienes forman parte de él, pero tampoco sin ayudar a que sean sujeto de su propia construcción”.

En el tercero, matizan, además, que ese futuro de todos se construye, “aprendiendo a descubrir el tesoro que nos traen los migrantes y refugiados”.

Finalmente, invitan a “preparar a nuestras comunidades para que sean acogedoras, misioneras, hospitalarias, tengan o no migrantes en su seno” en la construcción del futuro a nuestras comunidades “para ser acogedoras y hospitalarias, tengan o no migrantes en su seno”. En ese momento, lamentan como inaceptable» el considerar a los migrantes «como invasores o ciudadanos de segunda» y finalizan recalcando que «la hospitalidad siembra futuro» y «la fraternidad es posible si generamos comunidades significativas que vivan en su seno la armonía que regala la fe”.

 

Tomado de Jesús Bastante en Religión Digital

(FOTO: Aula Intercultural)

 

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