Tras la publicación anterior en esta sección para conocer de primera mano el relato de una persona mayor, hoy nos proponemos -como en los colectivos anteriores que hemos ido tratando- conocer estrategias, ideas, sugerencias, sobre cómo hacer que las personas en esas circunstancias no sean ni se sienta «periferia». Particularmente he de confesaros que, el tratamiento que veo a las personas mayores es lo que peor llevo de las culturas modernas: la soledad, el arrinconamiento o el «descarte» (en boca de Francisco) de los que tanto han hecho por la sociedad. Gracias a Dios en nuestra cultura africana esto no es así… aunque no podemos confiarnos porque la occidentalización extiende sus tentáculos para bien y para mal…
Os dejo la reflexión de Amelia, una fisioterapeuta de la Residencia Claret en Granada. Que nos ayude a todos a redescubrir que los Mayores… son los «mayores» activos de nuestra sociedad.
Agustín Ndour
Hola a todos, mi nombre es Amelia González, y soy una de las fisioterapeutas de la Residencia Claret Granada. Nos han pedido que escribamos para la web de la Provincia Bética sobre cómo contribuir a que los ancianos en nuestra sociedad no sean “perifieria”, tal y como nos dice el Papa Francisco. Lo hago desde nuestra experiencia en esta residencia de Micla en Granada.
Para empezar, os contaré algo sobre cómo viven su estancia aquí nuestros mayores de los que os tengo que decir que, desde hace unos años, venimos observando como van cambiando la perspectiva que tenían sobre las residencias.
El hecho de ingresar en un centro, se veía por parte de algunos mayores como algo negativo: una forma de desentendimiento por parte de la familia. Pero ahora, cada vez más ese pensamiento ha cambiado y evolucionado a un enfoque positivo: vienen al centro con la finalidad de volver a recuperar capacidades físicas y su autonomía que por diferentes motivos han podido perder (inmovilidad en casa, caídas, intervenciones quirúrgicas…), para recibir atención individual por parte de los diferentes técnicos y también para relacionarse con otras personas que pueden estar en una situación similar y poder así establecer nuevas relaciones y evitar la exclusión social.
Uno de estos casos podría ser el de Josefa Villalba quien ya compartió con todos vosotros su experiencia en un artículo anterior de la web. Pepita, como le gusta que le llamemos cariñosamente, ingresó en el centro tras una intervención por fractura de cadera. Su vida cambió radicalmente. Vivía sola en su domicilio y pasó de ser totalmente autónoma a ser dependiente para prácticamente casi todas las actividades básicas de la vida diaria. Pero ella supo sacar las fuerzas y el punto de vista positivo a la situación.
Desde su ingreso se volcó en su rehabilitación, acudiendo diariamente a fisioterapia y mostrándose muy colaboradora en el tratamiento. Cada logro que conseguía lo celebrábamos a lo grande, motivándola y dándole ánimos para que siguiera con esa fuerza.
Por fin llegó el día en que Pepita, volvió a poder caminar con ayuda de su andador y sin necesidad de que nadie la supervisara. Y para ella eso fue como recuperar sus alas de libertad. Podía ir y venir a la capilla -actividad con la que disfruta al máximo- sin depender de nadie.
Aquí, en nuestra casa, ha podido recuperar parte de su autonomía que un día perdió, y también ha conocido a numerosos amigos que ya forman parte de su familia; y aunque en ocasiones echa de menos a sus amistades de siempre está contenta en su nuevo hogar. Siempre tan tranquila, amable y cariñosa con todos.
En todo estos procesos de “recuperación”, he de reseñar algo que para mí es primordial. Aunque la finalidad de nosotros como técnicos sea recuperar su autonomía y su buen estado general, tanto físico como psicológico, no podemos olvidar lo principal: todos los compañeros trabajamos en una misma dirección para logar el bienestar de nuestros mayores y que noten el cariño y el respeto que sentimos hacía ellos para que nunca se sientan solos. Todo lo contrario: que consideren que son miembros de esta gran familia.
Pues bien, desde lo narrado y ampliándolo a la situación que viven muchos otros mayores dentro y fuera de esta residencia, creemos que es fundamental para nuestra sociedad recuperar el valor que las personas de edad avanzada tienen para la misma. Son los artífices de nuestra historia y los sabios que nos ayudan, entre muchas otras cosas, a aprender del pasado y mirar con esperanza hacia el futuro.
En ese sentido, como vivimos en la Residencia, es imprescindible que todos nos esforcemos por ayudar a que nuestros mayores no se sientan estorbos, cargas o ciudadanos de “segunda clase” en este mundo contemporáneo occidental que sólo suele exaltar los valores de la juventud.
Hagamos por “poner en valor” lo que ellos son. Hagamos para que, en la medida de sus posibilidades y con todas las ayudas que se les pueda ofrecer por parte del resto de la población (familiares, amigos, especialistas, administración…), puedan vivir esta etapa de la vida con dignidad, libertad para elegir lo que quieren, oportunidades para seguir disfrutando de sus capacidades y, sobre todo, reconocimiento, cariño y respeto por el testimonio que todos y cada uno ofrecen.
Que no sean periferias. Sino que estén en el centro de nuestras ocupaciones y preocupaciones, como bien se merecen.
Amelia González