Los edukadores

Los tres jóvenes protagonistas (dos chicos y una chica) de Los edukadores no están satisfechos con el mundo en el que viven. Son sensibles a las injusticias, participan en protestas contra la precariedad laboral, la explotación de los más débiles; en el caso de la joven, sufre en su vida situaciones que le hacen mal vivir (un empleo insatisfactorio, el pago de una deuda provocada por su responsabilidad en un accidente involuntario que le va a suponer más de ocho años de trabajo para poder saldarla). ¿Cómo reaccionar? ¿Qué actitud adoptar ante la desigualdad que observan? Los dos varones del trío tienen su peculiar modo de protesta (entran en casas burguesas, anunciando el fin de los días de abundancia de sus moradores); en un momento dado también ella se une a la protesta. Todo parece casi inocente, maneras de reaccionar que no dañan, y les hace sentirse extraños y ajenos a la dinámica social materialista y liberal que observan.

En una de sus acciones reivindicativas las cosas se desvían en una dirección imprevista. Y la película plantea la dialéctica entre su manera de ver las cosas y el pensamiento que todo lo subordina a la ganancia, la posesión, la apariencia. Los diálogos que mantienen los tres “edukadores” con el empresario al que pretenden educar plantean cuestiones de cierto calado: ¿dónde han quedado los sueños e ilusiones que conformaron el imaginario del joven emprendedor, deseoso de cambiar el mundo y hacer posible una realidad más habitable? Y la película deriva hacia cierto pesimismo que queda plasmado en una de las frases que definen la actitud del que se rindió al realismo de las situaciones posibles: “ser de izquierdas después de los 30 es no tener cerebro; no serlo antes de los 30 es no tener corazón”. Es, tal vez, el modo que tiene el burgués de justificar su rendición. Pero la frase que cierra la película clavada en un papel en el piso vacío del que la chica fue desahuciada, tal vez ofrezca otro modo de analizar la narración: “Algunas personas nunca cambian”. ¿A quiénes se refiere? ¿Tal vez pregona la posibilidad de conservar los ideales y vivir de acuerdo a ellos, aun cuando hayamos dejado atrás los años de juventud?

Las últimas encuestas publicadas por el Observatorio de la Juventud en Iberoamérica parecen ofrecer un retrato de la población joven poco inclinada a las opciones políticas, consumista, preocupada por la propia imagen… Los jóvenes protagonistas de Los edukadores no se verían reflejados en este diagnóstico. Ver esta película (del año 2004) e intentar encontrar en sus personajes el reflejo (o la ausencia) de la juventud de hoy puede ofrecer materia de reflexión. Y también puede invitar a rememorar experiencias vividas, sin nostalgia, pero con una cierta sonrisa pintada en la cara.

Antonio Venceslá, cmf

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