Los dos papas

El realizador Fernando Meirelles acostumbra a fijar su mirada en la realidad, pasada o presente, real o simbólica, y ofrecernos su particular visión de lo que ve, ya sea el despertar de la conciencia social de Ernesto Guevara (Diarios de motocicleta), la supervivencia difícil en una favela brasileña (Ciudad de Dios), los abusos de las empresas farmacéuticas (El jardinero fiel) o la ceguera que aísla y nos mantiene enfrentados (A ciegas). En Los dos papas incide en su particular querencia por los hechos que pasan, aunque estén tamizados por alguna pincelada de ficción (aunque contemplada con el aire de lo plausible).
Dos cartas se cruzan en el Atlántico: una viaja de Roma a Buenos Aires y la otra hace el camino inverso; la primera la remite Benedicto XVI, la segunda el Cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Éste solicita al Papa la renuncia a sus cargos oficiales para ser un sencillo párroco en alguna de las villas del gran Buenos Aires. Las intenciones de Benedicto XVI están muy lejos de coincidir con los deseos del Cardenal Bergoglio.
Ambos se encuentran, rodeados del aparato de seguridad del Vaticano que el Cardenal contempla con escéptica sonrisa. El primer encuentro deja claras las diferencias que existen entre ambos sobre asuntos varios: la comunión eclesial de los divorciados, la homosexualidad, la presencia de la mujer en la Iglesia… Uno, anclado firme en la ortodoxia; el otro, con mirada pastoral, más fija su atención en las necesidades concretas de las personas.Hay en este primer momento discusión, falta de entendimiento y una despedida poco complaciente por parte del Pontífice. ¿Qué habrá motivado al Papa a encontrarse con alguien tan distinto a él, en talante, temperamento, intereses o preocupaciones? Tras este primer encuentro, en los jardines del palacio de Castelgandolfo, queda una incógnita, que no tardaremos en ver resuelta.
Pasado este primer encuentro de final algo abrupto, seguimos acompañando a los dos protagonistas en dependencias del Vaticano (sobresale el imponente escenario de la Capilla Sixtina, donde tienen lugar los cónclaves de elección de los papas). Continúan dialogando sobre asuntos diversos, abandonando poco a poco la dialéctica inicial para llegar a compartir las experiencias y los temores que les acompañan. Se produce una progresiva sintonía de ambos, un paulatino viaje al corazón del otro, lleno de comprensión y empatía. Así, asistimos a los encuentros que mantienen, acompañados de miradas al pasado de Jorge Bergoglio, en quien la película se detiene de manera especial: trabajo, noviazgo, vocación, responsabilidades de gobierno en la Provincia jesuítica de Argentina, actitud durante la dictadura que asoló el país a finales de los años setenta del siglo pasado… Todo ello es presentado como parte del diálogo sincero que Ratzinger y Bergoglio mantienen.
Aunque un rótulo inicial nos indica que “está basada en hechos reales”, es obvio que las conversaciones de “los dos papas” no pueden ser transcripciones del diálogo que ambos hayan podido mantener en las ocasiones en que se han encontrado. Más bien es un desarrollo basado en el estereotipo que conocemos de ambos que se alarga en gestos, hábitos, temperamento… Por eso, no merece la pena ahondar demasiado en la verosimilitud de lo que se nos cuenta. Lo que sí es indudable es el valor mayúsculo de los actores que los interpretan, que transmiten sobradamente el sentir de ambos. Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, con una larga trayectoria a sus espaldas, dan muestras una vez más de su talento.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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