Lo real y lo imaginario

Todo ser humano vive siempre y simultáneamente dos situaciones o mundos: el real y el imaginario. El mundo real es el que está ahí, objetivo, contante y sonante. El mundo imaginario es el que, partiendo del mundo real, construimos a la medida de nuestros miedos o seguridades. Todos vivimos en ese nuestro propio mundo personal; cada cual en el suyo. A partir del mismo construimos nuestro propio mundo interior, nos metemos en él y vivimos en él.

Construir el propio mundo lo hace toda persona, se dé cuenta o no. Por eso, no vemos las cosas como son, sino tal como nosotros somos. En cuanto construcción personal ese mundo es, en buena medida o en gran medida, imaginario, no real; falso, no verdadero. Y precisamente ese falseamiento suele ser causa de muchas complicaciones y sufrimientos.

Lo entenderemos mejor a partir de un ejemplo: A causa de unos dolores de cabeza persistentes, vas al médico. Te diagnostica tumor en el cerebro. Y, con una impresión fortísima, vuelves a casa.

Partiendo de ese dato médico (supongamos que real), tú empiezas a construir tu propio mundo subjetivo, ya de miedo y alarma, ya de negación, de no aceptación… Poco a poco, sin advertirlo, te vas introduciendo en ese mundo y te encuentras viviendo en él y lo vives como si fuese real. Tus reacciones emocionales brotan de ese segundo momento imaginario, como el agua nace del manantial.

Si das por hecho que el tumor es un cáncer maligno, irremediablemente intuyes que eso significa para ti una muerte casi inmediata; imaginas entonces la orfandad de tus hijos, la soledad de tu cónyuge… Si creas ese mundo trágico -no olvides que es inexistente- no te queda otra salida que hundirte en un mar de amargura y desesperación. Ahora eres tú mismo, quien atado de pies y menos te entregarás a la tristeza mortal, a una apatía e inmovilidad cadavérica. Te matas en vida.

Pero, siendo realista y analizando tu manera de procesar los datos, puedes caer en la cuenta de que ese mundo de “cáncer y de muerte” es construcción tuya, producto de tu mente miedosa, no dato del médico ni realidad objetiva. Entonces, a partir de esa toma de conciencia, puedes construir otro mundo personal más esperanzador. Puedes decirte, por ejemplo: “Sí, es un tumor.  Puede ser canceroso, pero puede que no lo sea. Esperaré tranquilo los resultados de los análisis. Estoy con Dios y Dios conmigo. Creo que Él me cuida mejor que yo mismo. Estoy abierto a lo que venga. Y si lo que viene es malo, Él me sostendrá”.

Si hacemos este ejercicio, y podemos hacerlo porque es fácil, los sentimientos dominantes en nuestra vida serán muy distintos: sentimientos de valor, de esperanza, de fortaleza ante la situación difícil, de paz. Porque Dios nos ha regalado ese asombroso poder de ver las cosas desde otro punto de vista. Pero funciona solo si distinguimos lo real de lo imaginario.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Orangefox)

 

Start typing and press Enter to search