Lo innecesario

Se hizo célebre la costumbre de Sócrates de acudir con mucha frecuencia al mercado de Atenas, donde jamás compraba nada. Cuando alguien le preguntaba para qué iba allá, siempre respondía: “Vengo para ver todas esas cosas que no necesito y de las que se puede prescindir en mi vida”. Precisamente a eso, a lo que se puede desechar, es a lo que llamamos “superfluo” y en lo que se basa, sin embargo, gran parte de la publicidad actual.

En el imaginario social de los valores actuales la aspiración de gran parte de la población es la de alcanzar un estado de abundancia en el que sobre de todo. Visto de este modo, y aunque no sea tan fácil distinguir qué es lo superfluo y qué es lo necesario, lo superfluo representaría el bienestar, el desarrollo personal o familiar; en pocas palabras, la aspiración de la vida.

Así es. Acumulamos muchos chismes, la mayoría inútiles, sólo por delectación. Piénsese solo a manera de ejemplo en el derroche de medicamentos; o la cantidad de ropa y de zapatos que llenan hasta los bordes nuestros armarios y cómodas. Todo cliente que pone sus pies en el umbral una de las grandes superficies comerciales -los “templos” más concurridos de nuestras ciudades-, será agasajado, asediado y engatusado hasta que se convenza de que será más feliz si adquiere otro chisme más. Erich Fromm escribía ya en El arte de amar que “la felicidad moderna consiste en mirar escaparates y comprar todo lo que uno puede permitirse, al contado o a plazos”.

El confinamiento de la población para limitar la expansión de la pandemia ha mantenido la misma tendencia a consumir, pero de otra manera. Las encuestas confirman que ha supuesto el acelerador sin precedentes el acudir a las plataformas digitales. Los consumidores compran, contratan servicios e interactúan con los mercados de forma digital más que nunca en los últimos meses. Y concluyen: “Es otra tendencia que ha venido para quedarse”.

Pero miremos la “otra cara” del asunto. Porque, gran parte de ese consumo es a menudo sustraído a quien tiene la pura, simple y real necesidad de sobrevivir. Pensemos en la gran cantidad de pan que se tira diariamente a la basura y en el despilfarro de productos naturales que permitirían a muchos no morir de hambre. Ello arroja un terrible hecho: Destinamos lo necesario de los pobres a la avidez de nuestro consumo innecesario. Esto es perverso. Para combatirlo, nuestro Papa Francisco llama con insistencia a la austeridad, a hacer más grata nuestra vida sin lo innecesario y ser más solidarios con los desfavorecidos, que se han multiplicado.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Mathieu Stern)

 

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