¿Llenar el infierno?

Buscando entre mis apuntes algo interesante para comentar, he encontrado esta historieta de Pablo Coelho titulada: “Cómo mantener lleno el infierno” que narra la siguiente fábula:

«Nada más expirar en la cruz, el Hijo de Dios se dirigió directamente al infierno para salvar a los pecadores. El demonio se entristeció muchísimo.

  • Me he quedado sin función en este universo –dijo Satanás-. A partir de ahora, todos los marginales, los que transgredieron los preceptos, cometieron adulterio o infringieron las leyes, todos serán perdonados y podrán ir directamente al paraíso.

Jesús lo miró y sonrió:

  • No te lamentes. Aquí vendrán todos los que, creyéndose muy virtuosos, condenan sin cesar a los que no siguen mi palabra. Espera unos pocos siglos y ya verás cómo el infierno acaba mucho más lleno que antes».

No hace falta insistir en que se trata de una parábola. Más que por la historicidad de lo narrado vale por la verdad que se quiere transmitir. ¿Qué mensaje ofrece para tantas personas que piensan que eso del infierno es una grosera tomadura de pelo, un mito cruel y de nulo valor porque tendemos a prescindir de la moral? Sin agotar el diálogo que pueda resultar indico solo algunos puntos de partida.

  • No podemos saber nada sobre el infierno a no ser su carácter terrible. Y esto no lo sabemos por las imágenes que a lo largo de la tradición hemos ido recibiendo, sino por ser el polo opuesto de lo que perdemos: la inmensa plenitud de vida que Cristo nos anuncia con su promesa salvadora.
  • Pero no hemos de utilizar el infierno para montar una pastoral del miedo, porque eso es incompatible con el Dios que crea por amor y que desea nuestra salvación. No podemos enviar a nadie al infierno por cruel, maltratador asesino o malvado que sea. No somos jueces de nadie. La condenación no es algo deseado por Dios, sino que es algo que Él padece y sufre. Y trata de remediar sin jamás anular la libertad humana.
  • De ahí que la palabra «infierno» nunca deba considerarse como un castigo de Dios. Tiene que ver con nuestra libertad. Son dos las posibilidades de cerrarse a la salvación que Dios ofrece: Considerar que no se necesita porque uno se siente inocente; y, como segunda posibilidad, creer que el propio pecado es imperdonable (¡no lo perdona ni Dios!).
  • A un hombre pueden privarle de todo menos de una cosa: de su capacidad de amar. Sólo en el infierno no se podrá amar. Porque el infierno es literalmente eso: no amar, no tener nada que compartir, no tener la posibilidad de sentarse junto a nadie para decirle ¡ánimo! Pero mientras vivimos no hay cadena que maniate al corazón, salvo claro está la del propio egoísmo, que es como un anticipo del infierno. «Los verdaderos criminales -decía Raoul Follerau- son los que se pasan la vida diciendo yo y siempre yo». Aunque recen mucho y frecuenten los templos.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: James Lee)

 

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