Dos pequeños roban un saco de limones del vecindario y optan por dividirlos en un lugar callado y apartado.
Uno sugiere:
– «¡Vamos al cementerio que a esta hora no hay nadie!»
Al saltar la cerca del cementerio, dos limones se salen del saco y no le dieron mayor importancia pues el saco tenía muchos más.
Algunos minutos mas tarde un borracho que acababa de salir de una cantina, pasó cerca de la puerta de entrada al cementerio y escucha una voz que decía:
– «Uno para tí, uno para mí, uno para tí, uno para mí…»
Inmediatamente se le fue la borrachera y corrió tan rápido que se cayó en la escalera de la iglesia…
– «¡Padre! ¡Padre! ¡Padre! ¡Despierte!» -así hasta que finalmente el Padre abre la puerta-
– «Padre venga conmigo. He sido testigo de que Dios y el Diablo se están repartiendo los muertos del cementerio…»
Ambos corrieron de regreso al cementerio y al llegar al cerco aún la voz continuaba:
– «Uno para tí, uno para mí, uno para tí, uno para mí…”
Repentinamente, la voz se detuvo y dice:
– «¿Qué hacemos con los dos que están en la entrada?»
El sacerdote y el borracho comenzaron a correr como si estuvieran en las olimpiadas, mientras el sacerdote gritaba:
– «¡¡Aún no estamos muertos!! ¡¡No nos cuenten!!»
Antonio Morcillo, cmf