“La primera víctima de una guerra es la verdad”.
Han pasado muchos años desde que esta frase fue pronunciada por un senador estadounidense. Pero la veracidad de este enunciado sigue siendo confirmada con los hechos. Muchas historias, no necesariamente en contextos de guerra, han planteado los riesgos que supone defender la verdad y las consecuencias a las que se exponen quienes hacen de ella el objeto de su esfuerzo. Son abundantes las películas protagonizadas por quienes dedican su vida a informar y en ocasiones denunciar situaciones, desvelar mentiras y destapar corrupciones. La verdad es una de ellas, seguidora de la estela abierta  por títulos emblemáticos como Todos los hombres del presidente, en torno a la investigación de unos periodistas del Washington Post que condujo a la
dimisión de Ricard Nixon). En este caso acompañamos a unos periodistas (profesión unida en su esencia al noble valor que nos ocupa) en sus intentos de demostrar una verdad incómoda para los intereses del presidente de EEUU George. W. Bush. Está basada en hechos reales, y ubicada en el contexto de las elecciones presidenciales de 2004, cuando una productora de los informativos de la cadena CBS y un equipo de periodistas tuvieron conocimiento de unos documentos comprometedores que aseguraban que el presidente se las ingenió para evitar ser destinado a Vietnam. El resultado de la investigación fue emitida en el programa informativo estrella de la cadena, pero posteriormente las pruebas fueron desestimadas y los periodistas tuvieron que demostrar la veracidad de sus conclusiones. La propia CBS abrió una investigación que concluyó con el despido de la productora y su equipo y la dimisión del veterano presentador Dan Rather, una de las figuras más sobresalientes de la cadena y del periodismo de su época.
Acusaron a los investigadores de verse mediatizados por sus opciones políticas que les llevaron a prejuzgar las conclusiones y a utilizar documentos falsificados. Una vez terminadas las dos horas de La verdad, nos queda claro que en todo este conflicto no hubo solo unas víctimas despedidas y silenciadas. La propia verdad quedó oscurecida y silenciada.
En un país que presume, siempre lo ha hecho, de ser defensor de la libertad de expresión y que ha ofrecido en imágenes historias (reales o ficticias) de personas defensoras de este derecho, películas como La verdad nos muestra la cara oculta de una propaganda tan abundante como frecuentemente falaz.
Formalmente, la película ofrece una historia muy basada en el diálogo de sus protagonistas, abundante en declaraciones, que exige del espectador una mirada atenta para seguir el curso de la narración y las vicisitudes de quienes vivieron este caso. Las interpretaciones de Cate Blanchet y Robert Redford, entre otros, contribuyen a seguirla con interés y adentrarnos en una historia desgraciadamente muchas veces repetida.

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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