La senda del peregrino

Por los senderos del Reino
va sediento el peregrino,
despojado de su tiempo,
abriendo nuevos caminos.

A veces pesan las horas.
A veces pesa la vida
Y el desaliento se extiende
como un manto de cenizas.

Pero Tú eres nuestro alcázar
en las horas desteñidas,
en los cantos sin aliento,
en la esperanza dormida.

Tú eres quien abre los surcos
y quien siembra la semilla.
Quien hace brotar el agua
y quien florece la espiga.

¿Quién despeja los senderos
sino tus manos amigas?
¿Quién abraza nuestras penas,
quién sostiene nuestra vida
cuando las fuerzas se agotan
y la alegría declina?

Señor, en ti está la fuerza,
el vigor y la alegría
para seguir el camino,
y cantar tus maravillas.

En ti, nuestra esperanza,
Tú, amigo de la vida,
peregrino con nosotros,
aliento en nuestras fatigas.

Nazareno solidario
con nuestras cruces encima,
con tu paso decidido,
sana todas las heridas.

Abre más nuestro horizonte.
Pon en pie nuestra utopía
que es la tuya y es la nuestra:
Una Tierra redimida
al calor de tus caricias.

Por los senderos del Reino
va sediento el peregrino,
despojado de su tiempo,
abriendo nuevos caminos.

Blas Márquez, cmf

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