Quebrantada la luz va sin figura
rayando mi conciencia con su lumbre.
Y escarba rojas rosas en la cumbre
y acaricia los tallos de amargura.
Voy muriendo y contemplo la hermosura
del rayo que desnuda la techumbre.
Alma ajena, ¿has perdido la costumbre
de morir tiernamente en la locura?
Al nido de la vida decadente,
la rosa es el racimo de la esencia,
mis pasos, las cenizas doloridas.
Llama viva de cuerpo descendente
escarba suave el fuego en mi presencia:
mis labios vuelan, besa tus heridas.
Ramón Uzcátegui Méndez, sc
(Del libro Sendas calcinadas. Año 1995)