La fragilidad de los derechos humanos en las fronteras exteriores europeas

La inmigración y flujos migratorios es un fenómeno permanente en la sociedad internacional, y se han acentuado las crisis provocadas por los flujos migratorios. Desde la Unión Europea (UE) la inmigración es un factor ya decisivo en la conformación del proceso de integración, del modelo de integración y de construcción política de futuro para los Estados y ciudadanos europeos.

 

La crisis de refugiados iniciada en 2015 ha tenido especialmente en la UE un efecto impresionante en multitud de políticas y actuaciones y percepciones de las opiniones públicas, que han vinculado este hecho con la situación y viabilidad del proceso de integración europeo.

 

Los valores de Europa, fundamentada en los principios democráticos basados en el Estado de Derecho y el respeto de derechos fundamentales, se han visto cuestionados por las crisis migratorias. Un cuestionamiento y una preocupación que es creciente y que existe sobre el funcionamiento de la UE en sus fronteras, particularmente en las fronteras exteriores, y el respeto de los valores europeos en la actuación de la UE y los Estados miembros al afrontar flujos migratorios y controles de acceso al territorio europeo.

 

No creo que sea ninguna novedad después de lo vivido en junio en la frontera con Melilla, que en las líneas fronterizas son lugar muy problemático para la defensa y protección de derechos humanos de los extranjeros, lo que convierte en frágil siempre su aplicación y mecanismos de protección.

 

Igualmente, hemos de analizar los mecanismos de protección de los derechos humanos por los Estados europeos, mas allá de las fronteras exteriores, y determinar en qué medida las funciones de control que se despliegan fuera del territorio afectan a los derechos humanos de los inmigrantes.

 

José Antonio Benítez Pineda, cmf

(FOTO: Atalayar)

 

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