La duda de Pilato

Según los evangelios canónicos, tras su prendimiento Jesús sucesivamente fue conducido de una instancia a otra para ser juzgado: de Anás a Caifás y de Herodes a Pilato. En este último juicio al que fue sometido Jesús en el pretorio, Pilato le preguntó: “¿Qué es la verdad?”. La pregunta del gobernador romano quedó sin respuesta, pero atravesó no solamente la mente de Cristo, sino también los siglos de la historia hasta depositarse intacta en nuestras conciencias, llenándolas de inquietud y sobresalto.

En ese mismo relato, intervino la esposa de Pilato, llamada según la tradición Claudia Prócula. Esta mujer no ha pasado desapercibida en la memoria de la Iglesia. Su instantánea aparición en los Evangelios ha dado pie para poder reconocer un rayito de luz en su breve intrusión. Un escritor francés la estudia a fondo en la novela El Evangelio según Pilatos. Y la presenta allá como una mujer que se implica con Jesús hasta poner en evidencia la carcoma que corroía la lógica de su marido que terminó llevando a Jesús a la cruz. En la conversación que recrea nuestro escritor, Claudia dirige a su esposo esta rotunda frase: “Dudar y creer son lo mismo, Pilato. Sólo la indiferencia es atea”.

La atrevida sentencia sirve de meditación en esta Cuaresma, cercana ya la Semana Santa. En efecto, esta mujer consigue hacer pedazos la granítica racionalidad de Pilato, para colmarle de dudas. Son las que dominan en su interior, aunque pretenda lavar sus manos y su conciencia con un gesto de falsa neutralidad. Claudia formula una ecuación que, aunque discutible, contiene sin duda un fondo de verdad. “Dudar y creer son lo mismo”. ¿Cuál es ese fondo de verdad?

  • Por un lado, nos lleva a identificar un tipo de duda pertinaz que no se cansa de exigir pruebas y demostraciones. Su final desemboca en el escepticismo. Es pereza mental, porque no se afana en buscar y acaba en pasotismo. Es perplejidad que, con apariencia de reflexión, solo se limita a manosear sospechas. Con este tipo de duda, la indecisión es incurable.
  • Pero existe otro tipo de duda que entra por derecho propio en el territorio de la fe. Precisamente porque la fe no es el fruto de un teorema matemático demostrable, sino una apuesta de amor o un osado gesto de confianza, esa otra duda hace aflorar y convertir el creer en camino de encuentro, camino verdadero aunque arriesgado.

Cuando una persona culta va poco a poco rechazando de una manera insensible sus creencias, hasta confinarlas en un rincón de su cerebro…, la fe se convierte en algo abstracto que ya no se le parece en nada a la fe. Es mejor agitarse en la duda, que descansar en el error. Evitemos pues, dos escollos: No dudar de nada y dudar de todo. La esposa de Poncio Pilato no consiguió que su cónyuge los sorteara.

Juan Carlos cmf

(FOTO: Yael Portabales)

 

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