Ya ha estamos en tiempo invernal. En toda la casa, en nuestra comunidad, empezamos a encender la calefacción, el brasero o algo parecido para calentar algunas salas, y principalmente, nuestra habitación. Es natural y normal que nuestro cuerpo en esas fechas no pueda aguantar el frio hasta cierto punto. Por eso, la calefacción nos ayuda a seguir rezando, comiendo, estudiando y trabajando en nuestra sala sin pasar mucho frio. Pero, al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que haya que cerrar bien las puertas y ventanas de nuestra habitación, para que el calor no se vaya fuera. Hay que cuidar el calor de nuestra habitación.
Esta realidad nos puede ayudar a reflexionar sobre el cuidado del “calor” de nuestra vida interior, de nuestra alma. A veces nuestra alma siente el frio del “invierno” que llega sin avisarnos por el “cambio climático”, el cambio del rostro, del lugar, de las situaciones cotidianas en donde estamos misionando…
Pues, “este invierno” nos invita a encender de nuevo y cuidar el calor de nuestro interior. Nos invita a velar en este adviento, para que la puerta de nuestro corazón no esté abierta a los malos pensamientos y a las cosas del mundo, que nos puedan llevar a enfriar nuestra relación con Dios, con hermanos y con toda la creación.
Tenemos que asegurar que el “agua caliente” de la Palabra de Dios recorra bien “las tuberías” de nuestra alma para calentarla. Tenemos que cuidar el “brasero” del fuego del Espíritu Santo, para que no se apague nunca en nuestro corazón. Y por último, nos invita a comer bien todos los días el buen Pan y a beber el buen Vino, que es el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Comida y Bebida que da Calor Interior.
¿Tienes “frio” por dentro? ¿Cuidas tu “calefacción interior”?
Tomas M. Joustefen CMF.