En esta semana volvemos a tener muchos santos conocidos e «influyentes». Así, uno muy influyente en la conversión del joven Agustín de Hipona, fue AMBROSIO de Milán, (340 – 397) (día 7 de Diciembre) obispo y doctor de la Iglesia. Entre otras cosas escribió el Tratado de las vírgenes para su hermana Marcelina. También el indio JUAN DIEGO (S.XVI) (día 9 de Diciembre) al que se aparece la Virgen de Guadalupe, proyectando en el poncho rebosante de rosas su semblante, y en sus ojos la constelación celeste de aquel preciso momento (1531).
Pero nos detenemos en JAVIER (1506 – 1552) (día 3 de Diciembre) uno de los santos más populares. Francisco Javier fue el joven estudiante de la Sorbona, que, enviado a la Misión por san Ignacio de Loyola, se embarcó en aquel desierto marítimo: cinco meses duró la travesía. Tras la ordenación, Javier, se pasó toda la vida predicando y bautizando en la India y el Japón, sin lograr franquear la gran muralla ni la costa China…
Dirigiéndose por carta a los universitarios, se encaraba con ellos en estos términos: «Muchos cristianos se dejan de hacer, en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Mucha veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!».
Loable inquietud misionera y evangelizadora la de Fco. Javier que nos anima a ser portadores del Evangelio a nuestro alrededor y contribuir así que nadie «deje de ir a la gloria».
¿Te apuntas tú a esta hermosa -y necesaria- tarea misionera? ¿Te haces también tú «apasionado de la misión»?
Antonio Bolívar, cmf