Se nos ofrecen en las imágenes de Identidad borrada una propuesta polémica que, sin duda, suscitará en muchos un sentimiento molesto e incluso ofensivo. Y estará justificado. Porque el planteamiento de la película propone la dura historia (real) de un adolescente, hijo de un pastor baptista, que confiesa a sus padres su identidad homosexual. La reacción de estos es recluirle en un centro donde intentarán revertir sus inclinaciones, sometiéndole a una terapia presuntamente eficaz.
He calificado de “dura” la historia que se nos narra, porque causan un rechazo visceral los métodos de tortura psicológica a los que son sometidos los chicos y chicas que ingresan en el centro en cuestión. La actitud del director (interpretado por el propio director de la película) se revela impropia, alejada de quien pretende ayudar a los jóvenes ingresados. Provoca pavor la capacidad de retorcer la mente y alterar, hasta límites extremos, la vida de los otros.
En Identidad borrada se destaca también el papel ejercido por los padres del joven protagonista. De manera particular la figura del padre (un Russell Crowe bastante irreconocible) se revela también como origen de la difícil situación vivida por su hijo. Los argumentos pseudorreligiosos que esgrime y su preocupación por las apariencias ante la comunidad que rige, confluyen en la equivocada decisión que toma. Esta decisión alentada por diversos responsables de su misma iglesia, que se reúnen con los atribulados padres para decidir qué hacer; la película narra ese momento de “reflexión” con una escena que transmite una sensación de irrealidad y conspiración. Por otro lado, la madre (a la que interpreta Nicole Kidman), alineada en principio con los postulados de su marido, irá comprendiendo la irracionalidad de la medida y dará cumplida satisfacción a las demandas de su hijo que se resiste a continuar asistiendo a un centro que no respeta su dignidad y le sume en una situación de tristeza y depresión.
La historia, basada en un caso real, es signo desgraciado de actitudes intransigentes difícilmente aceptables en sociedades civilizadas y respetuosas. Pero siguen existiendo casos similares y personas de mente estrecha que maltratan vidas, con actitudes intolerantes que nos hacen dudar de sus presuntas buenas intenciones.
Antonio Venceslá Toro, cmf