Festejar el Año Nuevo

La historia sigue su ritmo imparable. Acabamos de añadir un número más a la contabilidad del tiempo. La noche del 31 de diciembre despedimos entre alegría y nostalgia al año 2023, totalmente encanecido y caduco y damos la bienvenida al año nuevo 2024. Comenzamos a escribir la primera página. Nos brotan espontáneamente buenos deseos y augurios de salud, paz, justicia, felicidad…

Cuando yo era niño, el día de Año Nuevo era un día muy gozoso en mi familia, aunque no era tanto como la Navidad. Aun así, en la Noche Vieja después de cenar íbamos a participar en la misa de fin de año en un convento cercano. Recuerdo que la iglesia entonces se llenaba de gente. Al llegar las doce de la noche todos rezábamos en un solemne silencio.

Ya han pasado muchos años y, salvo en círculos muy concretos, esa costumbre ya ha desparecido. La secularización y los cambios generacionales y culturales han traído una situación completamente nueva. Casi la única continuidad con todo aquello consiste en hacer fiesta. El festejar sobrevive a los cambios del tiempo y a la ruptura cultural.

Conforme avanzo en edad, lo que más recuerdo de aquellas misas de Noche Vieja y me siguen haciendo bien dentro de mí es el gozo de saber que terminaba bien un año y comenzaba bien el nuevo. Las recuerdo no como soporíferas ceremonias, sino como una bendición. Dábamos gracias a Dios por estar vivos y seguir unidos en familia y pedíamos a Dios su protección para el año entrante.

El final de un año y el comienzo de uno nuevo son ocasión propicia para la reflexión. Con toda razón nuestra sociedad da tanta relevancia a la Noche Vieja y al Año Nuevo. Si llegamos al final de un año y estamos todavía vivos, entonces no hemos tenido un mal año. Si somos todavía miembros de una familia o de una comunidad cristiana, entonces hemos vivido un buen año, prescindiendo de enfermedades, infortunios económicos, relaciones complicadas o cualquier otra desgracia. Si además nos sentimos agradecidos a Dios en nuestro corazón, habremos entrado en el 2024 con el pie derecho. Y si completamos todo esto expresando nuestro más sincero cariño y nuestros mejores deseos hacia los que nos rodean con palabras, abrazos y con un brindis… pues ¡perfecto! Eso es todo lo que como personas podemos hacer para dar la bienvenida correctamente al nuevo año.

Sospecho que el 2023 fue para todos nosotros un año de bendición desigual.  Tuvo sus momentos fríos y amargos, y nos produjo más que suficientes problemas y quebraderos de cabeza.  Pero estoy seguro de que, para todos nosotros también, el año tuvo sus alegrías y su encanto, sus bendiciones y logros. Si todavía estamos vivos y todavía nos quedan fuerzas para amar, fue un buen año. Merece que lo celebremos con expresiones de gratitud, afecto, con una sentida oración y… ¡que no falte la fiesta!

Juan Carlos cmf

(FOTO: BoliviaInteligente)

 

Start typing and press Enter to search