¿Estamos abiertos a escuchar lo que nos dice Dios por boca de las personas migrantes?

La inmigración, lo que estamos viviendo en Canarias en estos últimos meses, representa, sin duda, un signo de los tiempos a través el cual Dios nos está hablando. Decimos que “los pobres nos evangelizan” y podemos decir también que “las personas migrantes y refugiadas nos evangelizan” ¿Estamos abiertos a escuchar lo que nos dice Dios por boca de las personas migrantes y refugiadas, a quienes queremos acoger con respeto y dignidad? ¿Nuestras parroquias y comunidades son para las personas migrantes lugares de acogida, de protección, promoción e integración, poniendo a disposición también nuestros espacios físicos para esa acogida digna?

 

Escuchemos al Papa Francisco: “Es importante mirar a los emigrantes no solamente en función de su condición de regularidad o de irregularidad, sino sobre todo como personas que, tutelados en su dignidad, pueden contribuir al bienestar y al progreso de todos. (12 de septiembre de 2015). “Respecto a los emigrantes, quisiera dirigir una invitación a repensar las legislaciones sobre los emigrantes, para que estén inspiradas en la voluntad de acogida, en el respeto de los recíprocos deberes y responsabilidades, y puedan facilitar la integración de los emigrantes. En esta perspectiva, se debería prestar una atención especial a las condiciones de residencia de los emigrantes, recordando que la clandestinidad corre el riesgo de arrastrarles a la criminalidad” (8 de diciembre de 2015, Paz).

 

Por otro lado quiero insistir, en que al igual que tenemos un código penal que criminaliza las personas que son pobres, tenemos una ley de extranjería que criminaliza el derecho a emigrar de las personas. Hay que recordar que todas las personas tienen derecho a salir de sus países y a circular libremente (Art. 13 de la Declaración Universal de los DD HH).

 

La actual ley de extranjería, pensada como nueva muralla para cerrar el paso a tantos hombres, mujeres y niños en la búsqueda de un futuro digno para sus vidas y familias, que en sus países de origen le son negados por los mecanismos perversos de carácter económico, político, ideológico y social, generados en el Primer Mundo. Una ley que empuja a la muerte social a los llamados sin papeles e ilegales, cuando entendemos que ningún ser humano es ilegal. Nuestra conciencia de cristianos nos lleva a repudiar esta ley, al mismo tiempo que nos debe motivar a buscar fórmulas justas y adecuadas para acoger a las personas migrantes que llegan a nuestras costas en busca del pan y la dignidad robadas.

 

Se produce vulneración de derechos fundamentales desde que llega y se les criminaliza, se le detienen, pasan a comisaria, están en comisaria 72 horas, no consiguen devolverlo, pasan a un juez el juez no lo ve, el fiscal no lo ve, pasa a un CIE y cuando llega a un CIE se pregunta: ¿y yo por qué estoy aquí?

 

José Antonio Benítez Pineda, cmf

(FOTO: David Monje)

 

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