Espero impaciente que amanezca

Esta noche estoy solo
y en una esquina rota de mis sueños
un lucero detiene su mirada.
No es poco esta caricia tan modesta.

De nuevo se despiertan las preguntas
entre las sábanas de vidrios huecos.
A veces hieren y despojan.
A veces se derrumban sin aliento.
Y a veces, se acomodan a mi piel
Como una enredadera de luciérnagas.

Un día de estos salimos de la Crisis,
-decimos- con espigas en los labios.

Me resisto a creer un día de estos…
Pero tampoco me resigno
a vivir entre escombros de corales
y sentarme sin más
a la mesa amarilla del Mercado.

Si algún día dejara las preguntas
en el bolsillo roto
de los residuos,
una señal sería
de haberme habituado a la nostalgia,
a la rutina gris y al desencanto.

Espero que amanezca
un azul más intenso entre los árboles
y un rostro nuevo en cada rostro.

Y no sé por qué espero
tan  impaciente,
en esta hora de cálculos  y miedos,
que amanezca otro día a ver qué pasa.

Pasarán las oscuras golondrinas.
Pasarán los relámpagos del cálculo.
Pasará un día y otro día
deshaciendo los nudos y las redes.

Se marchitará el beso sin pronombres,
y a  pesar de los vientos y mareas,
la pleamar de manos enlazadas
romperá de una vez el laberinto
y habrá salida para todos.

Y en la Plaza Común encontraremos
La mesa preparada
y los manjares de la Vida Buena.

Blas Márquez, cmf

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