Hace unos años la pareja de directores galos formada por Olivier Nakache y Eric Toledano sacudieron las taquillas con Intocable, película que abordaba la historia (real) de un opulento tetrapléjico que encuentra la ayuda necesaria (a nivel físico, y también emocional) para superar la depresión que vive a causa de su minusvalía.
El tono de la película, a caballo entre la comedia y el cine de buenos sentimientos, hizo que atrajera la atención de miles de espectadores, e incluso fuera objeto de un remake en Argentina. Unos años después han vuelto a dar en la diana con Especiales, una película que conmueve y también denuncia la situación de muchos jóvenes y no tan jóvenes que sufren diversas patologías y apenas son atendidos por la sanidad pública. Vivirían abandonados si no fuera por algunas organizaciones sin ánimo de lucro que les atienden.
Los protagonistas de Especiales son los gestores de las dos organizaciones que se preocupan de los enfermos. Uno es judío, el otro es musulmán. Ambos son creyentes, y ambos colaboran más allá de sus creencias religiosas en un objetivo común: proporcionar la ayuda que necesitan los “especiales” del título. Lo hacen de manera altruista y generosa, mostrando en todo momento dedicación, empatía y cariño hacia esos jóvenes tan necesitados. Y además ofrecen a jóvenes sin futuro la posibilidad de encontrar un sentido a sus vidas, preparándoles para ser cuidadores de los enfermos.
Así el concepto “especiales” del título, creo que puede ampliarse también a esas personas que se desviven por quienes les necesitan, incluso a costa de enfrentarse con representantes de los organismos oficiales que les examinan escrupulosamente buscando el respeto de las normas, pero sin tener en cuenta otra consideración. Porque si esas organizaciones no existieran, ¿qué sería de los discapacitados a los que atienden?
La película adopta en momentos un tono cercano al documental, ofreciendo retazos del día a día de ambos protagonistas y sus jóvenes colaboradores. No moraliza, apenas se deja llevar por un ternurismo que busca la emoción. En pocas ocasiones (la búsqueda desesperada de un joven autista desaparecido; el testimonio de una madre preocupada por el futuro de su hijo cuando ella falte; la reacción airada ante las exigencias oficiales) parece implicarse emocionalmente con lo que narra. En el resto adopta un punto de vista distanciado, buscando incluso un tono cómplice, para contar los hechos sin cargar las tintas y sin buscar a toda costa la emoción del espectador.
Antonio Venceslá Toro, cmf