Ese Dios del que me hablas,
no tiene ya apellidos
y apenas si recuerdo la primera letra de su nombre.
No sé ni su lugar de residencia,
ni el nombre de la calle, ni el piso,
si 3º A, si 6º B… ¡Qué me importa!
De ese Dios del que me hablas, no me fío,
aunque venga con abrazos anónimos
y piel suave de manso cordero.
Quizás en estos días
venga sentado en un trono de gloria y de despojos
con una cabalgata cargada de regalos de plástico.
Y sus pajes, de rojo encendido, me inviten al concierto.
Ni los quiero ni falta que me hacen.
Ese Dios del que me hablas se está quedando solo…
Y sus pajes se afanan, inútilmente,
de buscar entre los escombros resucitar a los cadáveres.
Pero el milagro parece que se aleja entre las sombras.
Ese Dios del que me hablas necesitan aún
Templos y Basílicas para pasar la noche
y no tener que buscar una cueva en las heladas
noches del invierno cotidiano.
No sé qué hacen sus pajes, de rojo encendido.
Tampoco me afano en saberlo. ¡Ellos allá!
Ese Dios del que me hablas, no tiene los días contados.
¿Qué harían sus pajes, de rojo encendido,
si ese Dios se les va de las manos?
Ni lo sé ni me interesa.
Yo te hablo humildemente de otro Dios,
del Único que sigue alimentando mis sueños
y no me deja en paz ni siquiera un momento.
Ese Dios sí tiene nombre y residencia.
En una cueva estaba, envuelto en pañales.
Lo encontraron los humildes pastores
aquella gélida noche.
Y lo reconocieron.
Y desde entonces vive en la calle, como tantos…
No tiene templos, ni basílicas, ni palacios,
ni pajes, de rojo encendido, que lo acompañen.
Ni falta que le hace.
Si vas por los caminos polvorientos,
en las esquinas rotas de algún parque,
en las periferias donde habita la gente perdida,
quizás te deslumbrarán sus ojos encendidos
y la noche será una aurora sin ocaso.
Dame la mano y sigamos buscando sus huellas imborrables.
Algún día, no sé cuándo, sentirás su cálido abrazo
y florecerá la Vida como el único milagro verdadero.
Entonces, quizás, te olvidarás
de ese Dios del que me hablas.
Las Palmas, 4, enero 2022
Blas Márquez Bernal, cmf
(FOTO: Brianna Tucker)
ESSE DEUS DE QUE ME FALAS em portugués