Escuchar el eco

No todos conocen la regla del eco. Es sumamente útil para explicar el carrusel del “sube y baja” en nuestras relaciones con los demás. Simplificando mucho viene a advertirnos que “las relaciones interpersonales funcionan como el eco: devuelven lo que se envía”. Lo entenderemos mejor con ejemplos.

Así como los montes y cumbres devuelven las ondas acústicas del grito emitido, así, con pequeñas diferencias, los demás nos reflejan a su vez el trato que nosotros les damos. Si ponemos cara alegre, encontramos rostros alegres; si ayudamos a los demás, acabamos recibiendo ayudas; si saludamos afectuosamente, eso mismo vamos a recibir; si acogemos, somos acogidos; etc.

Esta ley no es un deseo ni un consejo. Es una regla que se cumple infaliblemente como confirman los entendidos en psicología. Vale también en su enunciación negativa de tal suerte que nos puede servir como examen de conciencia: Si a nuestro paso hallamos caras serias, ¿no será que lo es la nuestra?; si nos duele tanto que los amigos nos olviden, ¿no será que nos olvidamos de ellos?; si no nos comprenden, ¿no será que somos muy rígidos?; si no nos hablan, ¿será porque asustamos a los demás?…

En el trato personal cada uno halla lo que él mismo pone. O dicho con palabras de san Pablo: “Lo que cada uno siembra eso cosechará” (Gal 6,7). San Juan de la Cruz profundiza más: donde no hay amor y sí sufrimiento, puedes hacer una de estas dos cosas: o quejarte o poner amor. Si optas por lo primero te envenenas; si por lo segundo… convéncete de que “donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.

Somos linces para ver lo que los demás dejan de darnos y en nuestro interior nos brota la crítica y queja… Pero ¿no se nos ocurre que es que lo que nosotros no se lo damos a ellos? ¿Con qué lógica nos atrevemos a esperar lo que no nos hemos adelantado a dar? ¿Somos justos cuando esperamos y exigimos de otros lo que nunca les hemos dado?

En la perspectiva de esta ley del eco, se ve que hay cuatro verbos que están en el origen de la mayor parte de nuestros problemas de convivencia (matrimonial, familiar, comunitaria, parroquial…). Son cuatro verbos envenenados:

  • Esperar
  • Exigir
  • Quejarse
  • Criticar

Frente a estos cuatro verbos de la desgracia convivencial, hay uno solo que contiene el secreto de las buenas relaciones: ADELANTARSE. En este caso la psicología y el evangelio coinciden en lo mismo: La esencia del amor es adelantarse. Quien siembra amor no temerá jamás lo que cosecha.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Drew Saurus)

 

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