Entre la razón y la locura

Encontramos en Entre la razón y la locura varias ideas interesantes. En primer lugar, nos ofrece una profunda indagación en el valor de las palabras. El protagonista, un autodidacta llamado James Murray (interpretado por Mel Gibson) recibe el encargo de redactar el primer diccionario de la lengua inglesa, proponiéndose compilar en su obra todas las palabras, indagando en su origen y evolución a lo largo del tiempo, y en su uso en los libros que se han publicado. Se trata de una tarea ingente para la que precisa mucha ayuda y mucho tiempo. Comienza a trabajar con su equipo de colaboradores, pero pronto llegan a un callejón sin salida que parece poner freno a su intento.

En ese momento entra en escena el otro protagonista, un militar estadounidense traumatizado por las experiencias vividas en la guerra de Secesión que le conducen a cometer un asesinato por el que es condenado a ingresar en una institución psiquiátrica. Allí se convertirá en un colaborador entusiasta del lingüista, ayudándole a continuar su empresa.

Hay una segunda veta argumental que no carece de interés. La esposa del hombre asesinado comienza a relacionarse con el asesino de su marido y el desprecio inicial va cediendo su lugar a un sentimiento cercano al cariño. Este hecho, lejos de atenuar la enfermedad del hombre trastornado, le acentúa su paranoia, al no creerse merecedor de tal consideración.

Serían los dos vectores en torno a los que gira la película. Ambos se implican a lo largo de su desarrollo y terminan por confluir. El primero nos regala algunas reflexiones sobre la pervivencia del lenguaje y su capacidad de crecer en la cotidianeidad y el uso de las expresiones ordinarias. Lejos de constituirse en un medio elitista solo apto para académicos, hay en Entre la razón y la locura, una defensa de la popularización de la lengua y de su uso funcional para comunicar y expresar la relación humana con la realidad.

El otro eje –la relación de la viuda con el asesino de su esposo y la evolución de la enfermedad del enajenado militar- ofrece también una posibilidad de redención y de sanación, si no física, al menos emocional.

La interpretación de quienes encarnan a los principales protagonistas añade verosimilitud a la historia, que está basada en hechos reales, y nos invita a contemplarla con interés.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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