Suena el crisol, se alejan las abejas
por un roto de luz blanda que llora.
Compañero, tu luna me enamora
de este llanto perdido entre las rejas.
No me apartes dolido entre tus quejas,
que tu voz se enternece cuando implora,
compañero de bruma soñadora,
en la voz de un retrato que me dejas.
Que por morir, desmayo en el camino,
calcinado, sutil y tembloroso
en las horas que marcan el destino.
Que por callar tu ausencia en lo amoroso,
que por seguir amando, peregrino,
enfermo de un amigo estoy lloroso.
Ramón Uzcátegui Méndez, sc
(Del libro Sendas calcinadas. Año 1995)