Esta semana comparto con vosotros el texto que hemos leído en el Círculo de Silencio de Málaga de este mes de Septiembre.

José Antonio Benítez Pineda, cmf.

En silencio…en silencio hablamos, en silencio gritamos, en silencio denunciamos… Una vez más, en el Círculo de Silencio de este mes utilizamos el silencio como una forma de diálogo para apelar a las conciencias.
El silencio como una forma de acción solidaria con las personas empobrecidas, el silencio porque es un lenguaje común. Un silencio que denuncia la vulneración de los derechos humanos, que pretende ayudar a tomar conciencia de la injusticia que muchas personas migrantes sufren en el mundo, y especialmente hoy, en esta Frontera Sur.
Queremos que sea imposible mirar adelante sin ver las causas que generan esta realidad. Expoliada, explotada, aplastada por un sistema que genera leyes contra el ser humano, que les obligan a salir de sus países a causa de la guerra, el hambre, la desigualdad, y los llevan a jugarse la vida en un viaje, que quienes lo realizan, declaran como el peor viaje que alguien pueda imaginar. Se libra una guerra silenciosa que enriquece a unas pocos y empobrece a la mayoría.
Durante este verano hemos asistido a un caso más de la deshumanización de las políticas de la Unión Europea: la situación en que se ha encontrado la embarcación de la ONG Proactiva Open Arms, que se ha llevado más de dos semanas en el Mediterráneo a la espera de poder desembarcar los 160 migrantes que iban a bordo. 160 personas
hacinadas en un espacio de poco más de 180 metros cuadrados, entre ellas dos bebés de nueve meses y 30 menores de edad.
Los rescates en el mar están regulados por el derecho marítimo internacional. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar obliga a los capitanes de los barcos no sólo a prestar auxilio a toda persona que se encuentre en peligro en el mar, sino a llevar a los rescatados hasta un lugar seguro. Libia se encuentra cerca, pero
al ser un país en guerra y sumido en el caos, no es un puerto seguro. La Convención de Ginebra de 1951 prohíbe además que refugiados o solicitantes de asilo sean devueltos a territorios donde su vida o su libertad peligren.
La falta de VÍAS LEGALES Y SEGURAS para que puedan emigrar las personas está alimentando el tráfico irregular del que se aprovechan las mafias. Por eso es inmoral y deleznable acusar de ello a las ONGS que sólo intentan salvar vidas.
Y ante todo esto las respuestas son… las fronteras y las políticas migratorias de los países enriquecidos que atentan aún más contra el sentido de la justicia y los derechos humanos.
Hoy, desde la Frontera Sur, lanzamos este grito en silencio, porque no alcanzamos a entender cómo es posible que sigan ocurriendo estas tragedias y pasen desapercibidas, tragedias que se encuentren a menudo, en nuestras costas y a un lado y a otro de la valla.
¡¡ PENSEMOS, SOLIDARICÉMONOS, ¡ACTUEMOS!

Círculo de Silencio de Málaga. Septiembre 2019

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