Elogio de lo menor

Comienzo con una sentencia latina: Non coerceri maximo, sed contineri a minimo, divinum est. Es una frase bastante repetida por el papa Francisco. Viene a significar que, en todo crecimiento personal, lo más grande y lo más pequeño tienen que ir juntos y complementarse.

¿Cómo logramos cumplir nuestras expectativas más altas? La respuesta que propone el Papa parece contradictoria, pero está avalada por una experta tradición: Empieza por lo pequeño, pero sin dejar de mirar hacia lo más alto. Una canción de Serrat empieza diciendo: Es menuda como un soplo y tiene el pelo marrón, le gusta volar bajito, como un gorrión. No nos empeñemos de entrada en metas ambiciosas y empinadas como hacen los ingenuos. Empecemos por las más sencillas y fáciles de alcanzar. Soñemos sólo con lo posible, igual que ese gorrión de Serrat que prefería “volar bajito”. El miedo a las alturas y a las grandes empresas no es un defecto, ni una cobardía si hacemos lo que está a nuestro alcance.

En la universidad de Standfort trabaja un profesor llamado Andrew Huberman. Es uno de los neurocientíficos más respetados del momento. En uno de sus estudios habla sobre la capacidad del ser humano de alcanzar aquello que se propone en cualquier terreno. Y demuestra que los grandes objetivos se vuelven más fáciles de alcanzar si uno se plantea pequeñas metas cercanas. Huberman pone el ejemplo de un cervatillo que se encuentra agitado sin saber por qué. La razón es que tiene sed, pero, al igual que ocurre con los bebés, no lo sabe. Su instinto le lleva a encontrar agua. Y, al beber, su organismo le premia con una dosis de dopamina, la hormona del bienestar. Por eso, la próxima vez que el cervatillo vea un lago, automáticamente irá hacia él, no porque sepa que necesita beber, sino porque le causa placer. Desde esta deducción, Huberman llegó a descubrir que la naturaleza nos premia con una descarga de dopamina cuando hacemos algo que nos beneficia. Y la recibimos no solo al coronar grandes metas, sino también cuando nuestro cerebro considera que estamos camino de alcanzarlas. Esa dosis de dopamina que se recibe con las pequeñas realizaciones estimula, impulsa y, además, da redobladas fuerzas para alcanzar metas más altas.

Por eso, quien solo se propone records Guinness tiene muchas más posibilidades de no alcanzarlos que el que se traza metas cercanas. Coronar un pequeño tramo produce placer y anima a seguir adelante. Por el contrario, produce gran frustración y desaliento querer alcanzar la luna, meta tan elevadísima como imposible. Esto corrobora la tesis del Papa: Volando bajito sacamos más partido de nuestras habilidades y nos acercamos un poco más a los ideales más nobles. Nos santificamos en lo pequeño.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: DaKub)

 

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