El valle de la esperanza

La historia que nos cuenta El valle de la esperanza sucede en Líbano, año 1958. El país viene convulsionado por conflictos entre cristianos y musulmanes, derivados de la tensa situación creada en el canal de Suez dos años antes. Sin embargo, este telón de fondo apenas tiene relevancia en la vida de sus protagonistas que viven en un valle alejado de Beirut, donde apenas se escuchan los ecos del conflicto. En realidad, el valle contiene otro conflicto más íntimo y familiar, pero no por ello menos doloroso para quienes sufren sus consecuencias. Se trata de la situación de sumisión en que se ven obligadas a vivir las mujeres de una rica familia en la que el patriarcado se constituye en marca de identidad. Las tres hijas del cabeza de familia viven sometidas a la voluntad de su padre. La mayor, y protagonista de la película, se casó hace unos años y tiene un hijo pequeño. La actitud respetuosa de su marido no remedia la insatisfacción que vive. La mediana se ve condenada a un matrimonio concertado, ajeno a su voluntad. La pequeña, enamorada de un joven del pueblo donde viven, siente que su destino será semejante al de sus hermanas. Ese es el planteamiento. Y una vez hecho, nuestra mirada se centra en la hermana mayor, Layla, que decide rebelarse ante la situación que vive. Dos franceses, madre e hijo, han llegado al valle, alejándose de la tensión vivida en la capital libanesa. La relación entre Layla, la protagonista, y el joven francés actúa como detonante del conflicto.

En el desarrollo de la historia ocupa un lugar destacado el hijo pequeño que, poco a poco, se hace consciente de la tradición que le va a privilegiar y se va adueñando de un espacio que sabe le pertenece. De algún modo ha percibido desde que tiene uso de razón el valor del patriarcado y actúa consciente de su poder como varón, expulsando a su padre del lecho conyugal y maniatando la voluntad de su madre ante las sospechas de la relación que ésta ha iniciado con el turista francés. El patriarcado tiene sus raíces enquistadas en la sociedad libanesa (más allá de diferencias religiosas: la familia protagonista de esta película es cristiana) y como un drama rural ramifica su influencia haciendo de las mujeres sus víctimas.

El título original de la película “La noche del vaso de agua” hace referencia a una secuencia concreta que evidencia la actitud del niño como continuador de la situación familiar. Tal vez ese hecho, unido a la partida de los turistas franceses, parece convencer a Layla de la necesidad de abandonar el valle donde vive. El plano final de la película nos deja con la duda de cuál será su destino final.

Película interesante, que se sigue con facilidad, entretiene y hace pensar en las situaciones que se producen en tantos lugares, impidiendo la realización de tantas mujeres sometidas. No falta tampoco un apunte apenas tangencial a la homofobia presente también en la sociedad libanesa. En todo caso, la película haciendo honor al título de estreno en España es una llamada a la esperanza siempre necesaria.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

Start typing and press Enter to search