El último duelo

Podría pensarse que Ridley Scott juega a cierto oportunismo cuando nos ofrece en El último duelo una historia de claro matiz feminista. Pero no hemos de olvidar que hace 30 años ya nos brindó en Thelma y Louise una propuesta muy acorde con la mentalidad de nuestro tiempo, un ambiente muy propicio, lógico y necesario, favorable al exigido respeto a la dignidad de la mujer. Ciertos acontecimientos sucedidos en Estados Unidos y que afectaron a algún importante directivo de una productora y tantos desgraciados hechos de violencia de género qué se suceden en nuestro país y en otros muchos países del mundo han puesto en valor el derecho que toda mujer tiene a ver respetada su dignidad.

Ridley Scott presenta en El último duelo una historia (real) sucedida a finales del siglo XIV en Francia. En ella intervienen, sobre todo, tres personajes: uno, Jean de Carrouges (Matt Damon), un caballero normando, iletrado, que pone su fuerza y su hacienda al servicio del rey y está continuamente inmerso en contiendas para defender los derechos de su monarca; dos, el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), culto, hedonista e inmoral, apegado a su señor que le protege y del que obtiene numerosos beneficios; y tres, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer), esposa del primero. El detonante de la acción es el testimonio de esta última que confiesa, primero a su esposo, después a todo el que quiera escucharla, haber sido violada por Jacques LeGris, aprovechando una ocasión en que se encontraba sola en la casa familiar, mientras su marido luchaba lejos en una de tantas contiendas. El momento histórico en que nos encontramos ofrece particularidades que lo hacen distinto del nuestro. Es evidente que un hecho de esta naturaleza es rechazable social y penalmente. Sin embargo a finales del siglo XIV todo es un poco más complejo. Hay que observar que en la mentalidad medieval el delito de violación no era tanto un delito contra la mujer agredida cuanto un delito contra la propiedad del marido. Es, sin duda, un argumento que hoy es inaceptable, pero no lo era en la época en que suceden los hechos. Marguerite deberá enfrentarse a su propio marido, a su suegra que entiende que un hecho de esa naturaleza debe mantenerse oculto por defender el honor familiar, a un ambiente rancio y contrario a la publicidad de esos hechos. Sin embargo, la esposa agredida decide denunciar al agresor (que niega haberla violado) y exigir el castigo que merece un acto así.

Pero, ¿realmente los hechos sucedieron como los cuenta Marguerite? Ridley Scott responde utilizando una estructura que ya había sido utilizada por el maestro japonés Akira Kurosawa en Rashomon. Nos ofrece la versión de los tres personajes principales, dividiendo la película en tres partes: 1) la verdad según Jean de Carrouges; 2) la verdad según Jacques Le Gris; y 3) la verdad según Marguerite de Carrouges; pero en este último caso cuando desaparecen las palabras sobreimpresionadas, éstas son sustituidas por otro título que simplemente dice ‘la verdad’. Podemos entender, pues, que el tercer segmento de la película nos ofrece la realidad sucedida y el desenlace de la misma.

Hagamos mención también de un preciso guión que presenta los hechos desde las distintas perspectivas: por un lado, Matt Damon y Ben Affleck, son los autores de las dos versiones masculinas de los hechos; y el segmento que nos ofrece la versión de Marguerite ha sido escrito por Nicole Holofcener, encargada de mostrar la visión femenina de los hechos.

No podemos dejar de destacar también en El último duelo la puesta en escena, tan acorde con el buen hacer de Ridley Scott en tantas producciones. Las escenas de batallas, el duelo final, están filmadas desde una proximidad que nos hace participar de la violencia física. Es una película recomendable, aunque la redundancia en algunos hechos a causa de la triple versión de los mismos, la hace algo larga.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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