El tamaño del corazón

Hay una bella historia que reprodujo y divulgó el jesuita indio Anthony de Mello y que ilumina sobre la esperanza. La concluye con esta moraleja: Toda esperanza es del tamaño del corazón que espera. Recordemos esa historia:

“Cuenta una antigua fábula india que había un ratón que estaba siempre angustiado, porque tenía miedo al gato. Un mago se compadeció de él y lo convirtió… en un gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que el mago lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera. Con lo cual comenzó a temer al cazador. Llegado a este punto, el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón”.

Muchos seres humanos, -si se supera de una vez por todas la pandemia-, sólo aspirarán a tener un buen coche, un empleo bien remunerado, viajar, una gran casa para vivir, una posición respetable… Pero sus esperanzas nunca les motivarán en profundidad porque su corazón es enano, reducido a su pequeñez e inconsistencia. “Todas mis esperanzas están en mí”, escribió Terencio.

El tamaño de la esperanza se mide por la estatura interior de la persona, por la capacidad de ensanchar sus horizontes y de ser feliz. La felicidad no es otra cosa que la aptitud de esperar, es decir, de creer en la vida. Y eso, como vulgarmente se dice, es “lo último que se pierde”. Se puede carecer de todo, estar, como Robinson Crusoe, en una isla desierta. Pero si hay esperanza, todo es posible, incluso ser feliz en esa isla desierta.

Vivimos en un mundo de gente desesperanzada. El número de solitarios en la gran ciudad, el aumento de depresiones y tentativas de suicidios, la falta de estímulos e ilusiones, el tedio y el aburrimiento, la saciedad material y de consumo nos bloquean y cierran en un estrecho horizonte.

No hemos sido creados para durar -como si nos movieran solo las pilas Duracell- sino para vivir desviviéndonos. No dejemos que se oxide el amor que Dios y muchas personas han puesto en nosotros. La vida está hecha de instantes y la razón de vivir es creer que el instante siguiente merece ser vivido. Tratemos de vivir el momento presente con profundidad, agradecimiento e intensidad, como lo expresó admirablemente Antonio Machado: “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”.

Hay razones para esperar que están más cerca de lo que imaginamos: Desde el prodigio del nuevo día a alguien a quien amar, aunque no nos devuelva afecto, pasando por una sonrisa, una canción, e incluso el revoloteo de un insecto. En lo insignificante surge lo inconcebible.

La esperanza más sencilla está más cerca de la verdad que la desesperación más razonada. Nunca dependerá de lo externo, porque el ratón no pierde sus miedos al convertirse en gato o en pantera, si sigue conservando su pequeño corazón de ratón. Dios reparte esperanza y ensancha el alma.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: klimkin)

 

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