Adaptación de la novela “Mal de piedras”, que da título original a la película, se trata de una historia ambientada a lo largo de veinte años en diversas localizaciones del sur de Francia y un balneario suizo. Gabrielle sufre mal de amores. Su sensibilidad y deseos de amar y ser amada no encuentran acomodo en la estrecha vida que le ofrece la familia y el lugar donde vive: hija de dueños de importantes campos de lavanda, fotografiados en la época en que son recogidos por temporeros españoles exiliados de su país después de la guerra civil, ansía encontrar quien satisfaga sus deseos y afectos. El devenir de la historia la situará entre un matrimonio de conveniencia con un hombre al que no quiere (uno de los trabajadores de la finca de su familia) y la aventura que se le ofrece, o desea, o sueña, cuando conoce a un militar francés herido en la guerra de Indochina durante su estancia en el balneario al que acude para someterse a un tratamiento para aliviar los dolores provocados por las piedras que tiene en su riñón y que impiden que sus embarazos lleguen a buen término.
La historia no puede ser más convencional, pero la interpretación de sus protagonistas da a la película una intensidad que la llena de interés. Marion Cotillard pone al servicio de su personaje angustia, dolor, deseo, intensidad, miedo, sueños truncados y rabia contenida. Es la suya una vida vivida a medias, o apenas vivida, anhelante de otros lugares, otros rostros, otros sueños. El título que la película ha recibido para su distribución en España responde muy bien a la experiencia vivida por Gabrielle y particularmente a un momento muy significativo de la misma, que no voy a desvelar. El caso de José, el marido de Gabrielle, es algo peculiar, ya que la película no describe con claridad la evolución que se produce en la relación con su esposa, quedando así poco justificada la resolución de la película. La interpretación contenida, casi resignada, tampoco contribuye a anticipar la conclusión. Tal vez, la novela en que se basa, “Mal de piedras” de la escritora italiana Milena Agus, describa con más detalle los sentimientos que le llevan a las decisiones que toma. Pero la película no debe rellenar sus pliegues ocultos con mensajes externos, por muy fundamentados que estén en la mente de quien diseñó la historia.
Antonio Venceslá, cmf