La semana pasada me preguntaba con vosotros ¿Qué pasa con los muertos y desaparecidos? Pero, hoy me pregunto: ¿Qué ocurre cuando no sabemos qué pasa en el Mediterráneo? Y en el ¿Atlántico? ¿Cuántas vidas se han rescatado en la Frontera Sur y cuántas no? ¿Quiénes rescatan y por qué han dejado de hacerlo? Las preguntas en torno a la migración son muchas y se repiten de forma continua. En la mayoría de las ocasiones no obtenemos respuesta. Pero algunas pueden obtenerlas si sabemos lo que sucede en las coordenadas del paralelo 35º50N…
Y es que, parece ser que España tiene una nueva frontera que la separa de Marruecos en el Mar de Alborán, y solo rescata hasta ella – aunque existan personas en riesgo sobre una balsa y puedan estar a pocas millas de los buques españoles-: El Paralelo 35º50N es esa nueva frontera.
No han sido pocos los que se han atrevido a salvar miles de vidas más allá de esa coordenada. Gente que debería estar condecorada, y sin embargo han sido despedida o relegada. Está demostrado que hubo gente que tuvo que ser rescatada y no devuelta a Marruecos en el paralelo 35º50N pero se están vulnerando tratados internacionales sobre el mar, y, España ha ordenado el silencio de una manera descarada. Así, si visitas la cuenta de Twitter de Salvamento Marítimo se observa que, hasta finales de 2018 publicaba mensajes de su trabajo en el mar, una herramienta de transparencia, pero con la llegada del PSOE tras la moción de censura, Salvamento Marítimo parece que solo remolca barcos, cuando su actividad es continua en nuestra frontera. Y ahora, todo esto, lo controlan altos mandos militares: el famoso Frontex.
Desde 2015 han muerto casi 20.000 personas tratando de migrar a Europa. No sabemos -ni creo que se pueda saber- las que están muriendo en la nueva ruta del Atlántico; la cifra es escandalosa, pero, pese a las cifras de la vergüenza, las autoridades no ven como alternativa a las vías irregulares –más peligrosas– buscar vías seguras que garanticen la vida. Estoy hablando de los famosos corredores humanitarios pedidos, no solo por la sociedad civil, activistas y las ongs, sino también por el nuevo pacto migratorio de la Unión Europea. Este pacto es todo un desafío para los derechos humanos, pero parece que las franquicias antimigratorias de la ultraderecha ganan posiciones, frente a los que piden reformar el estatuto de refugiados para garantizar el asilo a las personas que sufren, entre muchas cosas, el expolio continuo de Europa.
España expulsa, devuelve y financia a otros Estados para reducir la llegada de personas por vías irregulares, pero cuando llega la campaña de la fresa, la aceituna, las manzanas o los tomates… sí quieren mano de obra. Sin embargo, no se atreve a regularizar, a crear canales seguros… No se atreve porque el discurso antimigratorio y racista está inoculado en nuestras sociedades. Por eso no hay vías regulares.
Uno de esos estados financiados por España es, sin lugar a duda, Marruecos, que somete a la población migrante (principalmente negra), a condiciones de vida extrema en su travesía a Europa. Marruecos recibe cientos de millones de las autoridades europeas para hacer frente al control fronterizo, pero también lo usa de chantaje para sus relaciones bilaterales y diplomáticas. Desde 2019, Marruecos ya rescata a más inmigrantes que España. La externalización de las fronteras de Europa funciona. Ocurrió en Turquía y, ahora, en la Frontera Sur. Pero para ello el Estado español y la Unión Europea han tenido que externalizar también los derechos humanos. Le han dejado el trabajo sucio a una dictadura atroz que cuenta con cientos de desaparecidos y presos políticos. Ese es el socio de Europa.
José Antonio Benítez Pineda, cmf